LA COMUNIDAD NAZARET
LA VIDA Y FORMACIÓN MINISTERIAL.
Reconocemos que
para cumplir nuestra misión es esencial la existencia de una comunidad central, compuesta por sacerdotes y por candidatos
que se preparan al ministerio ordenado.
Para responder a
esta exigencia, hemos formado la Comunidad Nazaret que está compuesta precisamente por los miembros de la comunión sacerdotes
y candidatos a las órdenes sagradas, que compartimos la vida común, la oración y la misma misión.
Esta comunidad constituye
el corazón de nuestra comunión, porque sus miembros nos sentimos llamados a encarnar con intensidad particular todos los elementos
propios de nuestra identidad espiritual y apostólica y, a través de la entrega total de nuestras vidas, reconocemos tener
la responsabilidad de ser intérpretes y modelo del estilo de vida que debemos asumir.
La característica
fundamental de los miembros de esta comunidad es la radicalidad en la disponibilidad total para que la Palabra de Dios se
cumpla plenamente en la vida de cada uno. De allí se derivan la actitud de comunión
con Dios, de humildad, de servicio, de apertura, de libertad y de integridad de vida.
En
cuanto al estilo en el ejercicio del ministerio, reconocemos que éste debe caracterizarse por estar plenamente insertado,
en actitud de apertura y de escucha de la comunidad que se sirve. Ésta, permaneciendo
en actitud de discernimiento, es la encargada de velar por el buen desempeño pastoral del ministro. El ministro, por su parte, está llamado a reconocerse como pastor y signo de la unidad y comunión entre
todos los miembros de la comunidad, debiendo servir y no ser servido y estando dispuesto a entregar su vida en cada momento
por la comunidad, a ejemplo del Buen Pastor.
Para la formación
de los candidatos al ministerio ordenado hemos constituido el Centro Ecuménico Católico de Estudios Superiores “Angélico
Melotto” (CECESAM). En éste, además de llenar todos los requisitos de formación
humanística y teológica prescritos, se hace énfasis particular en la formación misionera y ecuménica de los candidatos, de
tal forma que éstos, junto a la excelencia académica, desarrollen una sensibilidad particular hacia el ecumenismo y la actividad
misionera y sean capaces de entablar un diálogo creativo con el mundo contemporáneo, con la finalidad de buscar nuevos caminos
que, desde la Tradición viva, les permitan responder con libertad y originalidad a los retos que se plantean al hombre contemporáneo.
Aún siendo conscientes
del carácter privado que tiene todo el proceso de formación de los candidatos al ministerio ordenado, éste se caracteriza
por realizar un esfuerzo permanente para que cada uno de los candidatos alcance, el siguiente perfil:
- La madurez e integración humana y afectiva.
- Una espiritualidad sólida, experiencial y personalizada.
- El reconocimiento de los propios carismas personales y la capacidad
de asumirlos y desarrollarlos, para la edificación del Pueblo de Dios.
- Una identificación integral con los carismas, misión y rasgos
de identidad espiritual y apostólica de nuestra comunión.
- Una formación humanística y teológica sólidas, arraigando ésta
segunda, en la Tradición viva de la Iglesia y capacitándole para comprender y afrontar, desde la perspectiva cristiana, con
apertura y creatividad, los desafíos que plantea el mundo contemporáneo.
- Una capacidad misionera y ministerial comprobadas.
De esta forma, los
candidatos al ministerio ordenado se preparan para que, cuando y donde Dios lo vaya indicando, como parte del proceso de discernimiento
y de disponibilidad total a su voluntad, puedan acceder a las órdenes sagradas, como miembros y al servicio de nuestra Comunión.
Para alcanzar los
objetivos formativos, tenemos en cuenta los siguientes elementos:
- La formación espiritual y de vida se realiza en estrecha colaboración
entre la Comunidad Nazaret y las diversas comunidades a las que se está llamados a servir.
- En la determinación de la idoneidad de los candidatos, además
del proceso de discernimiento que realiza la Comunidad Nazaret, se toma en cuenta
el parecer de las comunidades a las que se está llamados a servir, esforzándose porque se ofrezcan los medios para que los
candidatos, desde su propia realidad y características, puedan madurar los diversos aspectos de su fe y personalidad, integrarlos
y ponerlos al servicio de Dios y de los hermanos, dentro de un espíritu de verdad, de apertura, de pluralismo, de responsabilidad
y de libertad.
Tomamos como modelo
fundamental de formación el seguido por Jesús para la elección, formación e institución misionera de los apóstoles.
De la Comunidad Nazaret formamos parte los firmantes de la presente
Acta de fundación y de aprobación de los Preceptos Constitutivos de la Comunión Ecuménica Católica “Santa María del
Nuevo Éxodo”, incorporándonos en calidad de MIEMBROS CONSTITUTIVOS. Aquellos
que en el futuro se sientan llamados a incorporarse a nuestra Comunidad, previamente deberán conocer y compartir los rasgos
específicos de nuestra identidad espiritual y apostólica; tendrán que hacer un proceso de discernimiento, para reconocer,
en la pertenencia a nuestra Comunión, el camino para responder a la vocación que les ha dado el Señor; e, igualmente, deberán
estar dispuestos a vivir con particular radicalidad todos los aspectos de nuestra espiritualidad y de nuestra misión, llevando
una vida en común.
En el caso de llenar los requisitos antes mencionados, el candidato deberá
expresar a la Coordinación de la Comunidad Nazaret su intención de pertenencia a ésta y, en cada caso concreto, se establece
el itinerario de formación y las etapas de incorporación a la comunión que se deben seguir.
FORMAS
DE CONCRETIZAR LA MISIÓN EN LA COMUNIDAD NAZARET
Aún teniendo conciencia de que el fundamento de nuestra identidad espiritual y de nuestra misión lo constituye nuestra
actitud personal y nuestro estilo de vida y, por lo mismo, estos aspectos se cumplen en cualquier tipo de actividad que estemos
realizando, consideramos que, apostólicamente, estamos llamados a comprometernos, por lo menos, en cinco ámbitos específicos
de acción:
- Ante todo, desde la convicción de que nuestra identidad espiritual
y nuestra misión están constituidas por elementos que son comunes a toda vocación cristiana y, por lo mismo, el asumirlos
y ejercitarlos es fundamental para implementar la pobreza de espíritu requerida por el Señor y para que la salvación que Él
ha traído se manifieste en el mundo, asumimos el compromiso de promover, por todos los medios que estén a nuestro alcance,
los aspectos propios de nuestra identidad espiritual y misionera, impulsando el desarrollo de comunidades de diversa índole,
que hagan parte de nuestra comunión.
- Asumimos también como actividad apostólica prioritaria, la promoción
de la unidad entre todos los cristianos y la búsqueda de aquellos que sufren cualquier tipo de marginación. Esto nos sentimos llamados a realizarlo a través de la oración, de la organización de encuentros y de todo
tipo de actividad que promueva la relación y el entendimiento entre comunidades y personas; además, estando abiertos para
experimentar y acoger valores que, sin atentar en contra de nuestra identidad y convicciones, puedan ayudarnos a desarrollar
mayor capacidad de apertura, aprecio y aceptación de los demás; y buscando con audacia, medios que nos permitan establecer
vínculos de comunicación y comunión con todos los que, por la razón que sea, son o se sienten marginados.
- Nos sentimos llamados a buscar los medios para la creación de
espacios y oportunidades, de tal forma que toda persona, independientemente de su situación personal, moral, religiosa o cultural,
pueda experimentar la misericordia y el amor del Señor que, a través de nosotros quiere mostrar que, como Padre bueno, está
siempre dispuesto a acoger al hijo que regresa, a darle su afecto y su amor,
a vestirle con el ropaje nuevo de la gracia, a ponerle el anillo del reconocimiento de su dignidad y de la restitución de
sus derechos para participar plenamente de la vida y a festejar el reencuentro con quien estaba perdido.
- Consideramos que toda nuestra acción apostólica se debe caracterizar
por promover la participación activa y deliberante de todo el Pueblo de Dios, como forma concreta de reconocimiento de la
dignidad que se ha recibido por el bautismo y del hecho de que todos, por haber recibido el don del Espíritu, estamos dotados
de capacidades y de corresponsabilidad en la marcha de la Iglesia, evitando cualquier tipo de clericalismo.
- Nos sentimos específicamente llamados a explorar nuevas formas
de respuesta y nuevos parámetros, ante los retos que plantea al Evangelio el mundo contemporáneo. Para realizar esto, tenemos
la convicción que debemos arraigarnos profundamente en la Tradición viva, de tal forma que mantengamos nuestra identidad. Sin embargo, el concepto de Tradición viva, entendido en su sentido más genuino, no
es algo que mantenga encerrados en el pasado sino, por el contrario, desde la comunión viva con las raíces, se establece un
profundo dinamismo creativo y liberador.