El sábado 18, por la mañana, el arzobispo llegó hasta el local que los hermanos de la comunidad San Pedro había rentado para recibirle y tener varias celebraciones relacionadas con la visita.

La primera actividad que tuvo lugar estuvo a cargo del hermano Francisco, coordinador de la comunidad y de otros hermanos, miembros del consejo coordinador.

Después de la bienvenida, el arzobispo impartió un breve tiempo de formación, en el cual abordó varios temas relacionados con el estilo de vida y la misión que se tiene.

Hizo énfasos en la urgencia de dejar que el Espíritu Santo se derrame y sane todas las heridas que se puedan tener interiormente, para garantizar una profunda y auténtica sanación interior.

También enfatizo en la urgencia de que se viva con mayor intensidad la dimensión misionera, para que la comunidad pueda dar el testimonio que es requerido.

Después de la formación, algunos hermanos plantearon algunas preguntas e hicieron algunos comentarios con relación a la formación y a otros temas de interés.

Se agradeció al arzobispo la animación que se está dando y se manifestó la necesidad de que se siga calendarizando en forma semestral, la visita del arzobispo.

Hacia el final de la mañana, el arzobispo presidió la celebración de la divina liturgia con los miembros de la comunidad San Pedro de Ottumwa, así como con algunos invitados par la ocasión.

Durante la homilía, el arzobispo explicó cuál es la voluntad del Señor para cada quien, con respecto a su manifestación del Reino y cómo el Señor ha dejado a cada persona la responsabilidad de dejar que la semilla del reino caiga en buena tierra, para dar frutos abundantes.

Dentro del marco de la celebración de la divina liturgia, se celebró el matrimonio del hermano Francisco, líder de la comunidad, con su esposa Alba.

El arzobispo explicó que, a pesar de que el Señor ha bendecido abundantemente a los esposos, dándoles una familia unidad y deseosa de servir en la fe, sin embargo, con la gracia del matrimonio, las bendiciones se multiplicarían, sin que eso signifique la ausencia de dificultades y desafíos.

El sábado 18, por la tarde, los hermanos Francisco y Alba ofrecieron un ágape fraterno a quienes estaban participando en la celebración de la divina liturgia.

Los hermanos compartieron con alegría y, aunque había varios invitados, que no son miembros aún de la comunidad, este tipo de actividades les permite conocer mejor la iglesia y acercarse a ella.

Los líderes de la comunidad San Pedro, se han propuesto tener un local propio en el que la comunidad pueda tener, de forma permanente su sede.

Hace poco tiempo, habían hecho una oferta para la subasta de un templo que, desagraciadamente no ganaron. Ahora han avanzado en las negociaciones de una propiedad que tiene un apartamento, una bodega y un amplio terreno, en donde se puede garantizar el desarrollo futuro y, eventualmente se puede pensar en la creación de una parroquia.

El domingo 19 de septiembre, por la mañana, el arzobispo llegó hasta el local en el que, temporalmente se ubica la comunidad San Pedro de Ottumwa, mientra logra concretizar la compra del local propio, cuyas instalaciones había visitado el arzobispo la tarde anterior.

El encuentro se limitó únicamente para los líderes y servidores de la comunidad.

Durante la homilía, el arzobispo subrayó que es muy importante tomar en cuenta que, el ejercer ministerios dentro de la iglesia, implica el asumir la misma actitud del Señor, que no vino a ser servido sino a servir y a entregar su vida por los demás.

Dentro del marco de la celebración de la divina liturgia, se realizó la institución del hermano Francisco Tojín, coordinador de la comunidad, como ministro para la distribución de la comunión.

El hermanos Francisco se ha comprometido muy activamente en la vida de la comunidad, esforzándose, por todos los medios, para lograr la adquisición del lugar en el que tendrá su sede la parroquia de San Pedro Apóstol.

El domingo 19, después de más cinco horas de manejar automóvil, el arzobispo llegó hasta el área del oeste de la ciudad de Chicago, para encontrarse con los hermanos de la pequeña comunidad que se reúne en esa área y que tiene está formada por hermanos que, en su mayoría, provienen de la comunidad de Chinacá, Huehuetenango.

Durante la homilía, el arzobispo animó a los hermanos aprofundizar en el seguimiento del Señor y a tratar de asumir compromisos serios en la vida y el testimonio del Evangelio.

Dentro del marco de la celebración de la divina liturgia, se administraron los sacramentos de la iniciación cristiana a cuatro hermanos: un adulto, Jonathan, cuyo matrimonio también sería celebrado, sus dos hijos, y el hijo de otra familia, cuyo matrimonio había celebrado en la primera visita que el arzobispo había hecho a la comunidad.

El arzobispo explicó cuáles son los compromisos que se asumen al bautizar a los niños y les animó a comprometerse, tanto padres como padrinos a vivir con radicalidad la fe, para ser instrumentos que ayuden al crecimiento en la fe de sus hijos.

También, dentro del marco de la celebración de la divina liturgia, la niña Milady, hia de los esposos que habían contraído matrimonio en la anterior visita, hizo la primera reconciliación y la comunión solemne.

El arzobispo explicó cuál es el sentido de esta ceremonia y animó a la niña a asumir con mayor seriedad su vida cristiana, para que el don de la Palabra hecha carne que se recibe, pueda producir abundantes frutos.

El centro de atención de la visita del arzobispo a la comunidad lo tuvo la celebración del matrrimonio entre Jonathan y Claudia, quienes, desde hace más de un año, habían estado esperando la ocasión de poder hacerlo.

El arzobispo les animó a perseverar en el amor y les invitó a hacer de la presencia del Espiritu Santo en sus vidas, el corazón de su hogar, de manea que puedan vivir en la unidad y perseverar en la fe.

El miércoles a mediodía llegó el arzobispo a Los Angeles, procedente de Guatemala y, después de ocuparse en asuntos tendientes a la consecución del templo para que tenga sus sede la parroquia de California San Miguel Arcángel, por la noche, presidió la celebración de la divina liturgia en la comunidad Pacto Divino de Los Angeles.

Durante la homilía el arzobispo explicó a los hermanos que, el reconocimiento de la propia fragilidad y de ser pecador fue la clave para reconstruir a Israel cuando retornó del exilio y sigue siendo, cada día, la clave para que, dejándolo todo, el Señor nos transforme con su gloria y nos haga irradiación de su presencia y testigos del Evangelio.

También dentro del marco de la celebración de la divina liturgia, se tuvo un largo tiempo de oración, implorando al Señor la gracia de poderse reconocer pecador, para abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo en la vida de cada quien.

Los hermanos expresaron su prontitud a comprometerse con mayor intensidad en ser discípulos, para poder también ser testigos de la buena nueva, como los apóstoles enviados por el Señor.

El jueves 23, por la noche, el arzobispo llegó hasta la sede de la comunidad Ministerio del Pescador, en donde estaban reunión los servidores y dirigentes de la comunidad.

A su llegada, después de prepararse para la celebración de la divina liturgia, el arzobispo saludó a los hermanos, quienes estaban muy entusiasmados de tener la oportunidad de trabajar en los diferentes ministerios que se tienen en la comunidad.

Después de saludar a los hermanos, el arzobispo presidió la celebración de la divina liturgia. La misma fue vivida en un ambiente de profunda espiritualidad

Durante la homilía el arzobispo recordó que el aspecto más importante para dejar que el Reino de Dios vaya creciendo y en la vida de cada quien, es centrarse en torno a la conciencia de que se está llamados a ser templos vivos del Espíritu Santo.

Después de la homilía, el arzobispo invitó a los hermanos a tener un tiempo de oración y de entrega al Señor, implorando de Él la gracia de asumir las actitudes interiores necesarias para el crecimiento del Reino de Dios en cada creyente.

Los hermanos oraron con profundidad, conscientes de la importancia de dejar que el Señor vaya transformando, en manera progresiva, las actitudes personales.

El viernes 24, por la noche, en la parte posterior de la residencia del hermano Ronaldo Diego, el arzobispo presidió la celebración de la divina liturgia para catequistas de las comunidades de la parroquia de San Miguel Arcángel.

Se contó con una numerosa participación de hermanos y, durante la homilía, el arzobispo explicó que la misión fundamental de la Iglesia consiste en permitir a que cada creyente viva y resplandezca como templo vivo del Espíritu Santo. Esto implica, explicó el estar dispuestos a cargar cada día con la cruz, para ser auténticos discípulos del Señor.

Después de la homilía, el arzobispo invitó a todos los participantes a implorar del Señor el don de ser continuamente discípulos del Señor, con todo lo que esto implica.

Para esto se oró comunitariamente y el arzobispo bendijo a los hermanos.

Finalmente el arzobispo impartió la formación con la cual se concluyó el curso de introducción a la Sagrada Escritura y de la relación de ésta con la Palabra viva de Dios.

El arzobispo recordó que la única Palabra de Dios es el mismo Señor que tomó la carne humana, que murió, resucitó al tercer día y que, ahora, como Palabra hecha carne sacramentalmente, hace partícipes a todos los que lo reciben y creen en Él, de la vida eterna.

Finalmente, presentó la actitud de la Virgen María como modelo de la actitud necesaria para permitir que la Palabra de Dios hecha carne y que se comunica en el sacramento de la eucaristía, al recibirla, produzca los frutos que produjo en la Virgen María.

El sábado 25, por la tarde, en la sede del Ministerio El Pescador, el arzobispo presidió la presentación que hicieron alumnos de la Escuela Santiago Baradeo, sobre el tema tratado en la sesión anterior.

Se trató de hacer una presentación de cómo en el occidente se llegaron a desarrollar concepciones equívocas del sentido del Reino de Dios y de explicar cuál es el sentido apostólico de Reino de Dios.

Después de la presentación que hicieron los alumnos, el arzobispo impartió la formación preparada sobre el sentido de la encarnación, pasión, muerte y resurrección del Señor.

A la luz del testimonio de la Sagrada Escritura, el arzobispo explicó que todos los aspectos implicados hacen parte de un solo misterio que, en cierto sentido comienza desde la creación del mundo y que se prolonga a lo largo de toda la vida de la Iglesia pues, precisamente en esto consiste su misión.

El sábado 25, al caer del día, el arzobispo llegó hasta la comunidad El Pescador, para visitarla y celebrar con ellos la divina liturgia.

Durante la homilía, el arzobispo recordó el plan de salvación y renovación que tiene el Señor para cada uno de los que crean en Él, pero también hizo énfasis en la importancia de la renuncia continuada a sí mismo, para poder acceder a la salvación.

Después de la celebración de la divina liturgia, el arzobispo impartió un tiempo de formación para los fieles que quisieron, de la comunidad El Pescador.

El arzobispo explicó cómo es que debe entender se Sagrada Escritura con relación a la Palabra de Dios, para que a través de la misma Palabra se pueda acceder a la salvación.

Después de la formación, los hermanos tuvieron tiempo para compartir sus diversas inquietudes y el arzobispo fue respondiendo a cada una de elllas.

La sesión concluyó con una oración, la bendición impartida por el arzobispo y otra serie de cuestiones que fueron directamente planteadas al azobispo, sobre una diversidad amplia de cuestiones.

El sábado 25 de septiembre, poco tiempo antes de la medianoche, el arzobispo llegó hasta la comunidad Poder del Espíritu Santo, en donde presidió la celebración de la Divina Liturgia,

Los hermanos se mostraron muy animados, especialmente porque el arzobispo les instó a perseverar en el camino que han emprendido, recordando que, para eso, es totalmente necesario despojarse continuadamente de sísmo y aceptar el cargar con la propia cruz de la renuncia al mal y a la desconfianza.

Dentro del marco de la celebración de la divina liturgia y como respuesta a la invitación que hizo el arzobispo en la homilía, se oró por todos los hermanos que quisieron, para pedir al Señor que alejándolos de todo mal, les permita participar en su paz y de su amor.

Igualmente se suplicó al Señor hacer crecer en el celo misionero a todos los creyentes.