EL ORDINARIO DE LA MISA
RITO CATÓLICO RENOVADO
ÍNDICE
ORDINARIO DE LA MISA
RITOS INICIALES
01. SALUDO
02. LITURGIA PENITENCIAL
2.1. CUANDO SE ADMINISTRA EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
2.1.1. CUANDO SE ADMINISTRA LA ABSOLUCIÓN INDIVIDUALMENTE 0
2.1.2. CUANDO ÉSTA SE ADMINISTRA EN FORMA GENERAL 0
2.2. CUANDO NO SE ADMINISTRA EL SACRAMENTO DE RECONCILIACIÓN
03. GLORIA.
04. ORACIÓN COLECTA
LITURGIA
DE LA PALABRA.
05. LAS LECTURAS.
06. HOMILÍA.
07. CREDO.
08. ORACIÓN DE LOS FIELES.
09. RITO DE LA PAZ.
LITURGIA
EUCARÍSTICA
10. PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
10.1. OFRECIMIENTO DEL PAN Y DEL VINO
10.2. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.
11. PLEGARIA EUCARÍSTICA O
ANÁFORA.
PREFACIOS PARA LOS DIFERENTES
TIEMPOS
PRIMERA PLEGARIA: DE LA ANÁFORA
DE SAN HIPÓLITO 0
SEGUNDA PLEGARIA: DE LAS
ANÁFORAS GALICANAS E HISPANAS 0
TERCERA PLEGARIA: DE LA ANÁFORA
DE SAN BASILIO.
CUARTA PLEGARIA: DIOS GUÍA
A SU IGLESIA
QUINTA PLEGARIA: JESÚS, NUESTRO
CAMINO
SEXTA PLEGARIA: JESÚS, MODELO DE CARIDAD
SÉPTIMA PLEGARIA: LA IGLESIA,
EN CAMINO HACIA LA UNIDAD
OCTAVA PLEGARIA: ACCIÓN DE
GRACIAS POR LA CREACIÓN
NOVENA PLEGARIA: HISTORIA
DE LA SALVACIÓN, OBRA DE AMOR 0
DÉCIMA PLEGARIA: NUESTRA
MISIÓN EN LA IGLESIA Y EL MUNDO 0
UNDÉCIMA PLEGARIA: EL RETORNO AL PADRE
DUODÉCIMA PLEGARIA: RECONCILIACIÓN CON DIOS
RITOS DE COMUNIÓN Y CONCLUSIÓN
12. RITO DE LA COMUNION
13. RITO DE CONCLUSION
14. BENDICIONES SOLEMNES
RITOS INICIALES
Reunido el pueblo, el sacerdote con los ministros va procesionalmente al altar, mientras se entona el canto de entrada.
Cuando
llega al altar, el sacerdote con los ministros hacen la debida
reverencia, él besa el altar y, si se juzga oportuno, lo inciensa y
luego inciensa a todo el pueblo. Después se dirige con los ministros a
la sede. Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de
pie, se santiguan, mientras el sacerdote dice:
1. Saludo
C:/ En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo
El pueblo responde:
R:/ Amén.
El sacerdote, extendiendo las manos, saluda con una de las fórmulas siguientes:
C:/ El Señor esté con ustedes.
O bien:
C:/ La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor
del Padre
y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.
O bien:
C:/ La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre,
y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
O bien:
C:/ El Señor, que dirige nuestros corazones
para que amemos
a Dios, esté con todos ustedes.
O bien:
C:/ La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre,
y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
O bien:
C:/ El Dios de la esperanza, que por la acción del Espíritu Santo
nos colma con su alegría y con su paz,
permanezca siempre con todos ustedes.
También pueden usarse las fórmulas de saludo propias de cada tiempo, que se encuentran en esta misma página.
El Obispo, en vez de las anteriores fórmulas, en este primer saludo, puede decir:
O:/ La paz esté con ustedes.
El pueblo responde con una de las siguientes fórmulas:
R:/ Y con tu espíritu.
O bien:
R:/ Bendito seas por siempre, Señor.
O bien:
R:/ Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Otras fórmulas de saludo propias
para los diversos tiempos litúrgicos
Tiempo de Adviento:
C:/ El Señor, que viene a salvarnos, esté con ustedes.
Tiempo de Navidad:
C:/ La paz y el amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, nacido para nuestra salvación, estén con ustedes.
Tiempo de Cuaresma:
C:/ La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos ustedes.
Tiempo pascual:
C:/ El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo,
rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes.
El sacerdote, el diácono, u otro ministro idóneo, puede hacer una monición muy breve para introducir la misa del día.
2. Liturgia penitencial
A continuación comienza la liturgia penitencial. Cuando
las circunstancias pastorales lo aconsejen, porque los fieles no tienen
oportunidad de acudir en otro momento, durante la Liturgia Penitencial
se administra el Sacramento de la Reconciliación. En los otros casos se utilizan las formas propuestas, después del rito de reconciliación..
2.1. Cuando
se administra el Sacramento de la Reconciliación:
C:/ Hermanos:
en la primera Carta de Juan se nos dice: Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros;
pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que
es justo, nos perdonará nuestros pecados (1Jn 1, 8-9). Precisamente para ello, el Señor Jesucristo nos ha dejado el Sacramento de la Reconciliación. Para
poder recibirlo fructuosamente son necesarias tres cosas: que nos
reconozcamos pecadores, arrepintiéndonos de todas nuestras faltas y
comprometiéndonos a no volver a pecar; que confesemos todas nuestras
faltas y nos acojamos confiadamente a la misericordia de Dios;
finalmente, que recibamos la absolución. Invitamos a que se acerquen al
sacramento todos los que estén realmente arrepentidos de sus pecados.
Incluso quienes tuvieran algún impedimento para recibir la Eucaristía,
si hacen una sincera confesión, pueden acercarse a recibir la
absolución. Ahora, puestos de rodillas, comiencen la sincera confesión
de todos sus pecados.
Los
fieles comienzan la confesión. Normalmente el sacerdote o un ministro
debidamente preparado acompaña la confesión, indicando los diferentes
pecados que se pueden cometer. Es conveniente que durante el tiempo de
la confesión se acompañe también con un fondo musical, para ayudar al
ambiente de recogimiento y mantener la discreción de cuanto se confiesa
Al final de la confesión, el sacerdote dice:
C:/ Ahora hermanos, concluyamos
nuestra confesión recitando todos unidos:
R:/ Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de
pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los
santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El sacerdote seguidamente invita:
C:/ Ahora,
todos los que han confesado sus pecados, levanten sus brazos, con las
palmas abiertas al cielo, para pedir al Señor que otorgue el perdón de
todos los pecados.
2.1.1. Cuando se administra la absolución
individualmente, se prosigue así:
Se recita la primera parte de la oración de absolución:
C:/ Oh
Dios, Padre de bondad y misericordia, Tú has reconciliado el mundo
contigo, por la muerte y resurrección de tu Hijo y enviaste al Espíritu
Santo, para el perdón de los pecados.
Te
pedimos que, por el ministerio de la Iglesia concedas a este pueblo que
humildemente se han confesado pecador, el perdón, la paz y la efusión
del Espíritu Santo.
Luego
invita a que todos se pongan de pié, que hagan fila para recibir la
absolución individual y que luego, volviendo a sus lugares, hagan una
oración de acción de gracias y de ofrecimiento de su propia vida, para
concluir el sacramento de la Reconciliación:
C:/ Ahora,
les invito a que todos se pongan de pie y, los que se han confesado,
hagan una fila para recibir la absolución. Cuando regresen a sus
lugares, harán una oración de acción de gracias y de ofrenda de su
vida, para concluir la administración de este precioso sacramento.
Los fieles se acercan y el sacerdote hace la señal de la cruz
e imposición de manos sobre la cabeza de los penitentes, diciendo:
C:/ Yo te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre
del Padre, + y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El penitente responde:
R:/ Amén.
El sacerdote prosigue:
C:/ La paz sea contigo.
El penitente responde:
R:/ Amén.
2.1.2. Cuando por la cantidad de fieles o por otra razón pastoral de peso no es posible
dar la absolución individual, ésta se administra en forma general, de la siguiente manera:
Se administra la absolución general con la siguiente fórmula:
C:/ Oh
Dios, Padre de bondad y misericordia, Tú has reconciliado el mundo
contigo, por la muerte y resurrección de tu Hijo y enviaste al Espíritu
Santo, para el perdón de los pecados.
Te
pedimos que, por el ministerio de la Iglesia concedas a este pueblo que
humildemente se han confesado pecador, el perdón, la paz y la efusión
del Espíritu Santo.
Y yo los absuelvo
de todos sus pecados, en el nombre del Padre, + y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Luego
el sacerdote invita a que todos se pongan de pié y a que, ya sea en
forma privada o comunitaria, hagan una oración de acción de gracias y
de ofrecimiento de su propia vida, para concluir el sacramento de la
Reconciliación:
C:/ Ahora,
les invito a que todos se pongan de pie y a que hagan una oración de
acción de gracias y de ofrenda de su vida, para concluir la
administración de este precioso sacramento.
Si
la penitencia se hace comunitaria, el mismo sacerdote o un ministro
idóneo, dirige la oración de acción de gracias y de ofrecimiento, junto
a toda la asamblea que ha participado en el sacramento de la
reconciliación.
Inmediatamente después, si lo hay se sigue con el canto del Gloria. Si no lo hay, se prosigue con la Oración Colecta.
2.2. Cuando
no se administra el Sacramento de la Reconciliación:
2.2.1 Introducción:
El sacerdote invita al arrepentimiento, con una de las siguientes fórmulas:
C:/ Hermanos, humildemente, con corazón arrepentido, reconozcamos nuestros pecados.
O bien:
C:/ El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Comunión, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos,
pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
O bien:
C:/ Al comenzar esta celebración, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la
reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
O bien:
C:/ Humildes y penitentes, como el publicano en el templo, acerquémonos al Dios justo, y pidámosle que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores.
Se hace una breve pausa en silencio.
2.2.2. Confesión de los pecados:
Se hace la confesión de los pecados: cantando el “Señor ten piedad”, un canto adecuado o utilizando una de las siguientes fórmulas:
Primera
forma:
R:/ Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de
pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los
santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
Segunda
forma:
C:/ Luz del mundo, que vienes a iluminar a todos los que viven en las tinieblas del
pecado: Señor ten piedad.
R:/ Señor, ten piedad.
C:/ Buen pastor, que vienes a guiar a tu rebaño por las sendas de la verdad y la justicia:
Cristo, ten piedad.
R:/ Cristo, ten piedad.
C:/ Hijo de Dios, que volverás un día para dar cumplimiento a las promesas del Padre,
Señor, ten piedad.
R:/ Señor, ten piedad.
Tercera
forma:
C:/ Tú que has enviado a sanar los corazones afligidos: Señor ten piedad.
R:/ Señor, ten piedad.
C:/ Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo ten piedad.
R:/ Cristo, ten piedad.
C:/ Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor
ten piedad.
R:/ Señor, ten piedad.
Cuarta forma:
C:/ Señor,
ten compasión de nosotros.
R: / Porque hemos pecado contra ti.
C:/ Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
R: / Y danos tu salvación.
2.2.3. Oración conclusiva:
Se concluye con esta oración:
C:/ Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos comunique la vida eterna.
R:/ Amén.
3. Gloria.
A continuación,
si la Liturgia del día lo requiere, se canta o se dice el himno siguiente:
R:/ Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de
Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas
el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad
de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo
tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con
el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amen.
4. ORACIÓN COLECTA
Con los brazos extendidos, el sacerdote invita a la oración:
C:/ Oremos.
El tras unos segundos de silencio, dice la Oración Colecta correspondiente
a la Misa del día, (según el calendario litúrgico) recogiendo todas las peticiones de la Iglesia.
La oración
sobre las ofrendas termina con la siguiente conclusión.
Si la oración
se dirige al Padre:
C:/ Por nuestro Señor, Jesucristo, tu Hijo, que siendo Dios vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por
los siglos de los siglos.
Si la oración
se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
C:/ Él, que vive y reina contigo, en la
unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Si la oración
se dirige al Hijo:
C:/ Tú que vives y reinas, con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
El pueblo
aclama:
R:/ Amén.
5. Liturgia de la Palabra.
El lector
va al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.
Para indicar
el fin de la lectura, el lector dice:
L:/ Palabra
de Dios.
Todos aclaman:
R:/ Te alabamos, Señor.
El
salmista o el cantor proclama el salmo, y el pueblo intercala la
respuesta, a no ser que el salmo se diga seguido sin estribillo del
pueblo.
Si hay segunda lectura, se lee en el ambón, como la primera. Para indicar el fin de la lectura, el lector dice:
L:/ Palabra
de Dios.
Todos aclaman:
R:/ Te alabamos, Señor.
Sigue el Aleluya o, en tiempo de Cuaresma, el canto interleccional. Mientras tanto, si se usa incienso, el sacerdote lo pone en el incensario.
Después el diácono (o el presbítero que ha de proclamar el evangelio en la misa presidida por el Obispo), inclinado
ante el sacerdote o el obispo, pide la bendición, diciendo en voz baja:
D/C:/ Padre, dame tu bendición.
Quien preside, en voz baja, dice:
C:/ El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su Evangelio;
en el nombre del Padre y del
Hijo +,
y del Espíritu Santo.
El diácono o el concelebrante responde:
D/C:/ Amén.
Si quien
preside debe proclamar el evangelio, inclinado ante el altar, dice en secreto:
C:/ Purifica mi corazón y mis labios,
Dios
todopoderoso,
para que anuncie dignamente tu Evangelio.
Después el
diácono (o el sacerdote) va al ambón, acompañado eventualmente por los
ministros que llevan el incienso y los cirios; ya en el ambón dice:
D/C:/ El Señor esté con ustedes.
El pueblo
responde:
R:/ Y con tu espíritu.
El diácono
(o el sacerdote):
D/C:/ Lectura del Evangelio según
san N.
Y mientras
tanto hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y pecho.
El pueblo
aclama:
R:/ Gloria a ti, Señor.
El diácono
(o el sacerdote), si se usa incienso, inciensa el libro.
Luego proclama el evangelio.
Acabado el
evangelio el diácono (o el sacerdote) dice:
D/C:/ Palabra del Señor.
Todos aclaman:
R:/ Gloria a ti, Señor Jesús.
Si la aclamación
es cantada pueden usarse otras respuestas de alabanza a Jesucristo, por ejemplo:
R:/ Tu palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad.
O bien:
R:/ Tu palabra, Señor, es lámpara que alumbra nuestros pasos.
O bien:
R:/ Tu palabra, Señor, permanece por los siglos.
Si
el diácono o un concelebrante lee el Evangelio, lleva el libro al
celebrante, y éste lo besa, diciendo en secreto:
C:/ Las
palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
O bien quien
leyó besa el libro, diciendo en secreto las mismas palabras.
6. Homilía.
Luego tiene
lugar la homilía; ésta es obligatoria todos los domingos y solemnidades y se
recomienda en los restantes días.
7. Credo.
Acabada la homilía, si la liturgia del día lo contempla, se hace la profesión de fe, utilizando una de las siguientes fórmulas:
CREDO BAUTISMAL:
C:/ ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?
R:/ Sí, creo.
C:/ ¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María
Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
R:/ Sí, creo.
C:/ Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los
santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
R:/ Sí, creo.
C:/ ¡Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar
en Cristo Jesús, Señor nuestro!
CREDO DE LOS APÓSTOLES:
T:/ Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra.
Creo
en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra
y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo
el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo
en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida
eterna. Amén.
CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO:
T:/ Creo
en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo
en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes
de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros los, y por nuestra salvación
bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo
hombre; y
por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: padeció
y fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; subió al
cielo y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que
con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló
por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso
que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
8. Oración de los fieles.
Después se
hace la plegaria universal u oración de los fieles, que se desarrolla de la siguiente forma:
Invitatorio
El sacerdote
invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.
Intenciones
Las intenciones
son propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector u otra persona idónea.
El
pueblo manifiesta su participación con una invocación u orando en
silencio. La sucesión de intenciones ordinariamente debe ser la
siguiente:
a) por las
necesidades de la Iglesia;
b)
por los gobernantes y por la salvación del mundo entero;
c) por aquellos
que se encuentran en necesidades particulares;
d) por la comunidad local.
Conclusión
El sacerdote
termina la plegaria común con una oración conclusiva.
9. Rito de la Paz.
D/C:/ Hermanos,
Jesús dijo que antes de presentar nuestra ofrenda, es necesario que
estemos reconciliados con todos los hermanos. Como señal del compromiso
que asumimos de vivir en armonía con todos y de ser constructores de
reconciliación y de justicia, démonos un saludo de paz.
Todos se dan un saludo de paz, según sea la costumbre
del lugar
Liturgia Eucarística
10. Presentación de las ofrendas
Acabada la Liturgia de la Palabra, es el momento de hacer las ofrendas. Si
se considera oportuno, un ministro laico hará una oración sobre las ofrendas. Luego
se recogen las ofrendas y, al final se hace una procesión, llevando la
ofrenda económica, otros dones que los fieles hayan aportado para las
necesidades de la Iglesia o de los pobres y el pan y el vino que serán
ofrecidos en el altar,
Mientras tanto, los ministros colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras tanto
puede ejecutarse un canto adecuado.
10.1. Ofrecimiento del pan y del vino
De ordinario, un ministro o un fiel, o si se considera oportuno, el mismo celebrante, eleva la patena que contiene el pan que va a ser consagrado, mientras tanto se canta un canto adecuado o el celebrante pronuncia el siguiente
ofrecimiento:
C/. Bendito
seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del
trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos, él será para nosotros pan de vida.
R/. Bendito
seas por siempre, Señor.
Luego quien ha elevado la patena, la deposita sobre el altar y a continuación, después de que se ha mezclado
el vino con
una pequeña cantidad de agua, un ministro o un fiel, o si se considera oportuno, el mismo celebrante, eleva
el cáliz que contiene el vino que va a ser consagrado, mientras tanto
se canta un canto adecuado o el celebrante pronuncia el siguiente
ofrecimiento.
C/. Bendito
seas, Señor, Dios del Universo, por este vino, fruto de la tierra y del
trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos, él será para nosotros bebida de salvación.
R/. Bendito
seas por siempre, Señor.
Quien ha elevado el cáliz, lo deposita sobre el altar.
A continuación,
el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
C:/ Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y
nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
Seguidamente, si es el caso, tiene lugar la incensación de las ofrendas y del altar.
Luego el
sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
C:/ Lávame, Señor de todos mis pecados, límpiame de toda culpa.
10.2. Oración sobre las ofrendas.
Después el celebrante levanta las manos mirando en alto e invita
a todos a la oración.
C/. Oren hermanos, para que nuestro sacrificio sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
C:/ En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre
todopoderoso.
O bien:
C:/ Oren, hermanos, para que, llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos
dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R/. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su
santa Iglesia.
El sacerdote, con las manos elevadas, dice la Oración sobre las Ofrendas.
La oración
sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve.
Si la oración
se dirige al Padre:
C:/ Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración
se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
C:/ Él,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Si la oración
se dirige al Hijo:
C:/ Tú
que vives y reinas por los siglos de los
siglos.
El pueblo
aclama:
R:/ Amén.
11. Plegaria Eucarística o Anáfora.
El sacerdote
comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Con las manos extendidas canta o recita:
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
Luego
y sigue con el canto o recitación del prefacio y al final junta las
manos y, en unión del pueblo, concluye, cantando o diciendo en voz alta:
R:/ Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios
del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre
del Señor.
Hosanna en el cielo.
Después se
elige alguna de las Anáforas Eucarísticas
PREFACIOS PARA LOS
DIFERENTES TIEMPOS
PREFACIO DE ADVIENTO I: Las dos venidas de Cristo
Este
prefacio se dice en las misas del tiempo desde el primer domingo de
Adviento hasta el 16 de diciembre inclusive.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
El cual, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne,
realizó
el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación,
para que, ahora que por medio de
su Espíritu
sigue viniendo en la majestad de su gloria,
y revelándonos así, la plenitud de su obra,
podamos participar
de los bienes prometidos.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE ADVIENTO II: La doble espera de Cristo
Este
prefacio se dice en las misas del tiempo que se celebren del 17 de
diciembre hasta la misa matutina del 24 inclusive.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso
y eterno,por Cristo Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron
y la Virgen esperó con inefable amor
de madre;
Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después presente en el mundo.
El es quien nos concede ahora prepararnos
con alegría
al misterio de su nacimiento,
para que cada vez que llegue hasta nosotros,
nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo,
Santo, Santo …
PREFACIO DE NAVIDAD I: Cristo es luz
Este prefacio
se dice en las misas del tiempo de Navidad.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne,
la luz de tu gloria
ha brillado ante nuestros ojos con nuevo resplandor,
para que, conociéndote visiblemente, por medio de tu Hijo,
El
nos lleve al amor de lo invisible.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo …
PREFACIO
DE NAVIDAD II: Restauración
universal por la encarnación
Este prefacio
puede también decirse, como el anterior.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
El cual, en el misterio santo de su nacimiento,
se hizo presente entre
nosotros
sin dejar la gloria del Padre;
siendo invisible en su condición divina,
se hizo visible al asumir la nuestra
y, engendrado antes de todo tiempo,
comenzó a existir en el tiempo
para reintegrar en la unidad a la creación
entera,
reconstruyendo en su persona
cuanto en el mundo yacía derrumbado
y para llamar de nuevo al ser humano
caído
a la participación gloriosa en tu Reino.
Por eso, unidos a los coros angélicos,
te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LA EPIFANIA: Cristo, luz de las naciones
Este
prefacio se a partir de la solemnidad de la Epifanía hasta el sábado
anterior a la fiesta del Bautismo del Señor.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte
gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque has revelado en Cristo,
para luz de todos los pueblos,
el misterio
de nuestra salvación;
pues al manifestarse tu Hijo en nuestra carne mortal,
nos hiciste partícipes
de la gloria
de su inmortalidad.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria.
PREFACIO DE CUARESMA I: Significado espiritual de la Cuaresma
Este prefacio se dice en el tiempo
de Cuaresma, sobre todo en los domingos cuando no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Por Él reanimas en tus hijos
la confianza de ser el pueblo de tu elección,
para
que dedicados con mayor entrega
a la alabanza divina y al amor fraterno,
por la celebración de los misterios que nos
dieron nueva vida,
participemos con plenitud de los dones del Espíritu
y del gozo de tu Reino.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos
sin cesar el himno de tu gloria.
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE CUARESMA II: La penitencia de espíritu
Este prefacio se dice en el tiempo
de Cuaresma, sobre todo en los domingos cuando no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque a través de tu Hijo Jesucristo,
misericordiosamente nos llamas a la conversión;
para que, liberados de
la esclavitud del pecado,
redescubramos el amor que nos tienes y,
viviendo como tus hijos predilectos,
experimentemos el gozo y la libertad
para los que nos has creado.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria.
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE CUARESMA III: El camino del éxodo en el desierto cuaresmal
Este prefacio se dice en las misas
de las ferias de Cuaresma.
En verdad es justo bendecir tu nombre, Padre rico en misericordia,
ahora
que, en nuestro itinerario hacia la luz pascual,
seguimos los pasos de Cristo,
maestro y modelo de la humanidad reconciliada
en el amor.
Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo
a través del desierto
cuaresmal,
para que, al acercarnos a Ti, Dios de vida y esperanza,
con el corazón puro y libre de todo temor,
reavivemos
nuestra vocación de pueblo de la alianza,
convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu palabra,
y experimentar con
gozo tus maravillas.
Por estos signos de salvación,
unidos a los ángeles, ministros de tu gloria,
proclamamos el canto de tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE CUARESMA IV: Las tentaciones
del Señor.
Se utiliza particularmente cuando se lee el Evangelio de las tentaciones de Jesús.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte
gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo Señor nuestro,
retirándose al desierto para prepararse a cumplir
su misión,
inauguró la práctica de nuestro éxodo cuaresmal
y, al rechazar las tentaciones del enemigo,
nos enseñó
a renunciar al pecado para entregarte todo el corazón;
de modo que participemos plenamente de su resurrección.
Por eso, con los ángeles y santos
te cantamos el himno de alabanza,
diciendo
sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LA PASION DEL SEÑOR I: La fuerza de la cruz
Este
prefacio se dice durante la quinta semana de Cuaresma y en las misas de
los misterios de la cruz y de la pasión del Señor.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo,
nos has manifestado tu amor inefable
y has mostrado que la cruz
es el camino que lleva a la resurrección.
Pues al quedar derrotados el pecado y la muerte,
la aurora de una nueva esperanza
ha despuntado para toda la humanidad.
Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles
y los santos cantando:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LA PASION DEL SEÑOR II: La victoria de la pasión
Este prefacio
se dice especialmente los días santos y en las festividades de la cruz.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Porque se acercan los días santos
en los que recordamos la pasión salvadora
y
la gloriosa resurrección de Jesucristo Señor nuestro.
Y al celebrar su triunfo sobre el pecado y la muerte
experimentamos
la eficacia del misterio
de nuestra redención.
Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno
y nosotros nos unimos a
sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE PASCUA I: El misterio pascual
Este
prefacio se puede decir en la misa de la vigilia pascual, (en esta
noche), en la del domingo de Resurrección y durante toda la Pascua (en
este tiempo).
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca
(en esta noche) (en este día) (en este tiempo),
en que celebramos que Cristo, nuestra
pascua,
ha resucitado de entre los muertos.
Porque Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo:
muriendo,
ha destruido nuestra muerte,
y resucitando, ha restaurado la vida.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y participando
de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales,
a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo,
Santo, Santo...
PREFACIO DE PASCUA II: La nueva vida en Cristo
Este prefacio
se dice en el tiempo pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo
en que celebramos que Cristo, nuestra pascua,
ha resucitado de entre
los muertos.
Por El, los hijos de la luz nacen a la vida eterna,
y las puertas de los
cielos han vuelto a abrirse para los que creen en Él,
ya que en su muerte murió nuestra muerte
y en su gloriosa resurrección
hemos resucitado todos.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y como
parte de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales, a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO
DE PASCUA III: Cristo
vive por siempre e intercede por nosotros
Este prefacio
se dice en el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo
en que celebramos que Cristo, nuestra pascua,
ha resucitado de entre
los muertos.
Porque continuamente se ofrece por nosotros
e intercede por todos ante
ti
el que, inmolado en la cruz, venció a la muerte
y, una vez resucitado, vive para siempre.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y como
parte de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales, a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE PASCUA IV
Restauración
universal por el misterio pascual.
Este prefacio
se dice en el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo
en que celebramos que Cristo, nuestra pascua,
ha resucitado de entre
los muertos.
Porque destruida la antigua situación de pecado,
se levanta todo lo que
estaba caído
y en Cristo se nos otorga la integridad de la vida.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y como
parte de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales, a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE PASCUA V: Cristo, sacerdote y víctima
Este prefacio
se dice en el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte
siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo
en que celebramos que Cristo, nuestra pascua,
ha resucitado de entre
los muertos.
Porque Él, con la oblación de su cuerpo en la cruz,
llevó a plenitud los
sacrificios de la antigua ley,
y al ofrecerse a ti por nuestra salvación
quiso ser a un tiempo: víctima, sacerdote
y altar.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y como
parte de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales, a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO PARA DESPUES DE LA ASCENSION
En
la espera de la venida del Espíritu Santo
Este prefacio
se dice en los días que siguen a la Ascensión hasta el sábado antes del domingo de Pentecostés.
En verdad es justo y necesario
que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra,
se unan en tu alabanza,
Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu Hijo,
Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo,
ahora
intercede por nosotros, como mediador que asegura
la inextinguible efusión del Espíritu.
Pastor y obispo de nuestras
vidas,
nos invita a la plegaria unánime,
a ejemplo de María y los apóstoles,
para que vivamos en un perenne Pentecostés.
Por eso, llenos de la alegría pascual,
liberados de la esclavitud y como
parte de la nueva creación,
nos unimos a los coros celestiales, a los ángeles y a los arcángeles,
y exultantes de gozo
proclamamos tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO PARA LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.
En verdad es
justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo, Señor nuestro,
después de anunciar su muerte a los discípulos,
les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria,
para testimoniar que, de acuerdo con la ley y los profetas,
la pasión es el camino que conduce a la resurrección.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo,
así nosotros en la tierra te aclamamos, cantando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DEL ESPÍRITU SANTO. La acción del Espíritu en
la Iglesia
Este prefacio
se dice en las fiestas y conmemoraciones del Espíritu Santo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque Tú eres quien dirige y gobierna a tu Iglesia,
proporcionándole lo
que más le conviene
en todo lugar y en cada momento.
No dejas de instruirla, sostenerla y guiarla
con la fuerza del Espíritu
Santo,
para que celebre incesantemente
los prodigios de un renovado Pentecostés.
De manera que, confiada siempre a ti en el amor,
ni abandone la plegaria
en la tribulación,
ni deje de darte gracias en el gozo,
por Cristo Señor nuestro.
Por eso, unidos a los coros angélicos,
te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DOMINICAL I: El misterio pascual y el pueblo de Dios
Este prefacio
se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su misterio pascual,
realizó la obra maravillosa de llamarnos
del pecado y de la muerte
a la gracia de ser estirpe elegida, sacerdocio real,
nación consagrada, pueblo de su propiedad,
para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable,
proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos
sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DOMINICAL II: El magisterio de la salvación
Este prefacio
se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
El cual, compadecido de la indigencia de la humanidad,
quiso nacer de la
Virgen;
sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte
y, resucitando, nos dio vida eterna.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DOMINICAL III: La creación alaba al Señor
Este prefacio se dice en los
domingos del tiempo ordinario
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo con todo cuanto contiene;
determinaste el ciclo
de las estaciones;
y formaste al ser humano a tu imagen y semejanza:
para que siendo responsable de un mundo portentoso,
en tu nombre guiara la creación entera
y, al contemplar la grandeza de tus obras,
en todo momento te alabara.
Por
Cristo Señor nuestro.
A quien alaban los cielos y la tierra,
los ángeles y los arcángeles,
cantando
sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DOMINICAL IV: Prendas de la Pascua eterna
Este prefacio
se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
En Ti vivimos, nos movemos y existimos;
y todavía peregrinos en este mundo,
experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor,
al participar desde ya de la vida eterna.
Pues al haber recibido el don del Espíritu,
por el cual resucitaste a Jesús
de entre los muertos,
reconocemos la presencia de tu Reino entre nosotros
y proseguimos el camino con fe firme y esperanza confiada
hasta alcanzar la plena manifestación de tu gloria.
Por eso, Señor, te damos gracias
y proclamamos tu grandeza,
cantando
con los ángeles:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DOMINICAL V: La Iglesia está unificada en la Trinidad
Este prefacio
se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Pues por la sangre de tu Hijo y la acción del Espíritu Santo,
has querido
que tu Iglesia sea sacramento universal de salvación.
De tal forma que, unificada a imagen de tu unidad trinitaria,
aparezca
ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu
y convoque a la unidad y a la reconciliación,
a la humanidad dispersa por el pecado;
para alabanza de tu sabiduría infinita.
Por eso, unidos a los coros angélicos,
te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN I: Restauración universal en Cristo
Este prefacio
se dice en las misas que no tienen prefacio propio y que no deben tomar algún prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
A Él lo constituiste en fundamento de todo
y de su plenitud quisiste que
participáramos todos.
El, siendo Dios, se despojó de su gloria,
y por su sangre derramada en la cruz,
trajo la
paz y la reconciliación a toda la creación.
Ahora, constituido en Señor del universo,
es fuente de salvación para cuantos
en él creemos.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN II: Alabanza a Dios por la creación
Este prefacio
se dice en las misas que no tienen prefacio propio y que no deben tomar algún prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género humano,
y también
el autor bondadoso de la nueva creación.
Por eso, con razón te sirven todas las criaturas,
con justicia te alaban
todos los redimidos,
y unánimes te bendicen tus santos.
Con ellos, también nosotros,
a una con los ángeles,
cantamos tu gloria
gozosos diciendo:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN III: La alabanza, don de Dios
Este prefacio
se dice en las misas que no tienen prefacio propio y que no deben tomar algún prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Pues, aunque no necesitas de nuestra alabanza,
tú nos concedes que seamos
agradecidos;
y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu gloria,
nos aprovechan para nuestra salvación. Por Cristo
Señor nuestro.
Por eso, unidos a los ángeles,
te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN IV: Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros.
Este prefacio
se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo,
Dios de la alianza
y de la paz.
Porque tú llamaste a Abraham
y le mandaste salir de su tierra,
para
constituirlo padre de todas las naciones.
Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo
y guiarlo a la tierra de
promisión.
Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo,
como huésped
y peregrino en medio de nosotros,
para redimirnos del pecado y de la muerte;
y has derramado el Espíritu,
para
hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo,
que tiene como meta, tu reino,
como estado, la libertad de tus hijos,
como
ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN V: Jesús, buen samaritano.
Se dice en
las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo darte gracias, deber nuestro alabarte,
Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
en todos los momentos y circunstancias de la vida,
en la salud y en la enfermedad,
en
el sufrimiento y en el gozo,
por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque el, en su vida terrena, pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos
por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo ser humano
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y
sana sus heridas con el aceite del consuelo
y con el ungüento de la esperanza.
Por este don de tu gracia,
incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche
del dolor,
vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos a una voz el himno
de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO COMUN VI: La gloria de Dios es el ser humano.
Se dice en
las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Tú eres el Dios vivo y verdadero;
el universo está lleno de tu presencia,
pero sobre todo has dejado la huella de tu gloria
en el ser humano, creado a tu imagen y semejanza.
Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano
en el proyecto de la creación
y
le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz,
en Cristo, el hombre nuevo.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos con alegría el himno
de tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA
La unidad de la Iglesia, cuerpo de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno. Por Cristo, Señor nuestro.
Por él nos has conducido al conocimiento de la verdad,
para hacernos miembros
de su cuerpo
mediante el vínculo de una misma fe y un mismo bautismo;
y has enviado sobre todos los pueblos la efusión
de tu Espíritu Santo.
Tu Espíritu es artífice de la unidad y,
por la generosa distribución de sus dones,
se constituye en admirable constructor de la nueva creación.
Él habita en
tus hijos de adopción,
él santifica a toda tu Iglesia y dirigiéndola con sabiduría,
la guía a la perfección.
Por eso, unidos al coro de los ángeles,
te alabamos con alegría, diciendo:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO PARA LA DEDICACIÓN DE UNA IGLESIA
La Iglesia, esposa de Cristo y templo del Espíritu Santo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque en toda casa consagrada a la oración
te dignas manifestar la gloria
de tu incomparable amor,
y al constituirla en tabernáculo de tu presencia sacramental
tú mismo nos haces templos del Espíritu Santo,
para que por tu gracia, brillemos con el esplendor de la santidad.
Con tu acción constante, santificas a la Iglesia, esposa de Cristo,
que
simbolizada por estos templos materiales,
se llena de gozo por la multitud de sus hijos,
y se presenta ante el mundo
como signo e irradiación de la gloria de tu Reino.
Por eso, con todos los ángeles y santos,
te alabamos, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DEL BAUTISMO: El Bautismo, inicio de la vida nueva
Este prefacio se puede decir en la misa del bautismo
En verdad es justo darte gracias y exaltar tu nombre,
Padre santo y misericordioso,
por Jesucristo, Señor y redentor nuestro.
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el sacramento del nuevo
nacimiento.
Tú has querido que del corazón abierto de tu Hijo
manara para nosotros
el don nupcial del Bautismo,
primera pascua de los creyentes, puerta de nuestra salvación,
inicio de la vida en el
Espíritu, fuente de la nueva creación.
A través del agua, por la acción de tu Espíritu,
engendras en el seno de
la Iglesia, virgen y madre,
un pueblo de sacerdotes y reyes,
congregado de entre todas las naciones
en la unidad
y en la santidad de tu amor.
Por este don de tu benevolencia tu familia te adora
y, unida a los ángeles y a los santos,
canta el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LA CONFIRMACION: Marcados con el sello del Espíritu
Este prefacio
se puede decir en la misa de la confirmación.
En verdad es justo darte gracias,
es bueno cantar tu gloria,
Padre santo,
fuente y origen de todo bien.
Tú, en el bautismo, das nueva vida a los creyentes
y los haces partícipes
del misterio pascual de tu Hijo.
Tú los confirmas con el sello de tu Espíritu,
mediante la imposición de
manos y la unción real del santo crisma.
Así, renovados a imagen de Cristo, el ungido por el Espíritu Santo
y enviado
para anunciar la buena nueva de la salvación,
los haces tus invitados en el banquete eucarístico
y testigos de la fe
en la Iglesia y en el mundo.
Por eso nosotros, reunidos en esta asamblea festiva
para celebrar los prodigios
de un renovado Pentecostés,
y unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE EUCARISTÍA I: El sacrificio y el sacramento de Cristo
Este prefacio
se dice el jueves santo y en las Misas votivas de la Eucaristía.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
Pues Él, al revelarnos el verdadero sentido del sacerdocio,
se ofreció a
ti como víctima salvadora,
y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
De esta manera, cuando comemos su carne,
inmolada por nosotros, quedamos
fortalecidos;
y cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros,
quedamos limpios de nuestros pecados.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE EUCARISTÍA II: Los frutos de la Eucaristía
Este prefacio
se dice en las Misas votivas de la Eucaristía.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
El cual, en la última cena con los Apóstoles,
cuando iba a ofrecerse a ti
como cordero sin mancha,
y tú lo aceptarías como el sacrificio de alabanza perfecta,
para perpetuar entre nosotros los efectos de su pasión salvadora,
nos dejó
el memorial de su muerte y resurrección.
Con este sacramento, alimentas y santificas a tus fieles
para que, a los
seres humanos que habitan un mismo mundo,
una misma fe los ilumine y un mismo amor los una.
Así pues, nos acercamos a tu mesa
para que, penetrados por la gracia de
este admirable misterio,
nos vayas transformando en imagen de tu Hijo.
Por eso, Señor, todas tus criaturas, en el cielo y en la tierra
te adoran
proclamando tus alabanzas; y también nosotros,
junto con los ángeles, te aclamamos por siempre, cantando:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LAS ORDENACIONES I
El sacerdocio de Cristo y los sacerdotes. Prefacio propio para la misa crismal.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Ya que, por la unción del Espíritu Santo,
constituiste a tu Hijo unigénito
Pontífice de la alianza nueva y eterna,
y has querido que su sacerdocio único se
perpetuara en la Iglesia.
Porque Cristo no sólo comunica la dignidad del sacerdocio real
a todo el
pueblo redimido, sino que, con especial predilección
y mediante la imposición de las manos,
eligiendo a algunos de entre los
hermanos,
los hace partícipes de su ministerio de salvación.
Ellos renuevan, en su nombre, el sacrificio redentor,
preparan para tus
hijos el banquete pascual,
fomentan la caridad en tu pueblo santo,
lo alimentan con la palabra, lo fortifican con
los sacramentos
y, consagrando su vida a ti y a la salvación de sus hermanos,
se esfuerzan por reproducir en sí la
misma imagen del Señor
dando un constante testimonio de fidelidad y de amor.
Por eso, Señor, con todos los ángeles y santos,
te alabamos, cantando llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LAS ORDENACIONES II: Cristo, origen de todo ministerio.
En verdad es justo y necesario, alabarte y darte gracias,
Padre santo,
Dios omnipotente y misericordioso,
de quien proviene toda paternidad en la comunión del Espíritu.
En tu Hijo Jesucristo, sacerdote eterno, siervo obediente y pastor,
has
puesto el origen y la fuente de todo ministerio,
en la viva tradición apostólica de tu pueblo peregrino en el tiempo.
Entre
la variedad de los dones y de los carismas
tú eliges dispensadores de los santos misterios,
para que en todas las naciones de la tierra se ofrezca el sacrificio
perfecto
y con la palabra y los sacramentos se edifique la Iglesia,
comunidad de la nueva alianza, templo de tu gloria.
Por este misterio de salvación, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos
con gozo el himno de tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE SANTA MARIA I: Maternidad de María
Este prefacio
se dice en las Misas de Santa María
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la *(Festividad...) de Santa María, nuestra madre:
O bien:
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
al
venerar a Santa María, nuestra madre:
Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo
para que,
quedando transformada su total disponibilidad
en santa y gloriosa fecundidad,
brillara sobre el mundo la luz eterna,
Jesucristo Señor nuestro.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales,
celebran
tu gloria, unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE SANTA MARIA II: Alabanza a Dios con las palabras de María.
Este prefacio
se dice en las Misas de Santa María.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
y proclamar que has hecho obras admirables
al hacer brillar tu gloria y tu perfección en tus santos,
y de un modo muy
especial en Santa María,
la madre de tu Hijo Jesucristo y de toda la nueva creación.
Por eso, al celebrarla hoy, queremos exaltar tu generosidad
inspirados
en su propio cántico.
En verdad, has hecho maravillas por toda la tierra,
y prolongaste tu misericordia de generación
en generación,
cuando, complacido en la humildad de tu sierva,
nos diste por su medio al autor de la vida,
Jesucristo,
tu Hijo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles y los arcángeles
te adoran eternamente, gozosos en tu
presencia.
Permítenos unirnos a sus voces cantando tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE SANTA MARIA III: María, modelo de la Iglesia
Este prefacio
se dice en las misas de la Santísima Virgen.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
y alabarte en esta festividad de la Virgen
María.
Porque al aceptar ella tu Palabra en
su corazón inmaculado,
tú la elegiste para que la concibiera en su seno virginal
y, al dar a luz a Cristo, preparó
el nacimiento de la Iglesia.
Porque al aceptar, junto a la cruz, el encargo de tu amor,
recibió como
hijos a todos los seres humanos,
redimidos por la sangre de Cristo.
Porque al unirse a las oraciones
de los apóstoles y de los discípulos,
que
esperaban la venida del Espíritu Consolador,
se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante
y, desde su glorificación
a los cielos,
sigue mostrando su amor y protección
a la Iglesia que peregrina hacia la plenitud de la vida.
Por eso, con todos los ángeles y santos,
te alabamos sin cesar, cantando:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE SANTA MARIA IV: MADRE Y AUXILIADORA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque has constituido a Santa María, la Madre de tu Hijo,
en madre y auxiliadora
del pueblo cristiano,
para que, imitándola en su entrega y alentado por su protección,
participe valientemente en
el combate de la fe,
persevere con fidelidad en la enseñanza de los apóstoles,
y camine seguro entre las dificultades
del mundo,
hasta alcanzar gozoso la Jerusalén celestial.
Por eso, Señor, con todos los ángeles
te aclamamos ahora y por siempre,
cantando:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LOS ANGELES: Venerar a los ángeles es glorificar a Dios
Este prefacio
se dice en las misas de los ángeles.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque habiendo sido rescatados del pecado por tu Hijo Jesucristo,
ahora podemos alabarte, celebrando a tus ángeles y arcángeles.
El honor
que tributamos a los que te fueron fieles,
es reconocimiento de tu gloria y proclama tu grandeza;
pues, si es digna
de admiración la criatura angélica,
lo es inmensamente más aquel que la creó.
Por Jesucristo, el Señor, adoran tu majestad todos los ángeles,
y nosotros,
a una con ellos,
te adoramos llenos de júbilo, cantando:
Santo, Santo, Santo
PREFACIO DE SAN JOSE: Misión de san José
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la * (solemnidad, veneración)
de san José,
el hombre justo que diste por esposo
a Santa María, la madre del Señor.
Servidor bueno y fiel, lo
elegiste como cabeza de tu familia en Nazaret
para que, con amor paternal, cuidara de tu Hijo unigénito,
concebido
por obra del Espíritu Santo, Jesucristo, el Señor.
Por él, los ángeles y los arcángeles,
y todos los coros celestiales
celebran
tu gloria, unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LOS APOSTOLES:
Los apóstoles, ministros del pueblo de Dios
Este prefacio
se dice en las misas de los Apóstoles.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno.
Porque no abandonas a tu rebaño, sino que lo cuidas continuamente;
para que por el ministerio e intercesión de los mismos Apóstoles,
a quienes tu Hijo dejó como testigos
y heraldos de su Evangelio, confiadamente viva su vocación de pueblo de la alianza
y prosiga su camino hasta alcanzar la plenitud de la salvación.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LOS SANTOS: La gloria de los santos
En verdad es justo darte gracias
y deber nuestro glorificarte,
Padre
santo.
Porque por Cristo, Señor nuestro, en cada uno de tus santos resplandece tu
misericordia y la grandeza de tu gloria
pues la corona de triunfo de la que les has hecho participar,
es luminosa manifestación de tu ilimitado amor.
Con su vida, nos proporcionas ejemplo;
ayuda, con su intercesión,
y
por la comunión con ellos, anticipas el gozo de la consumación.
Alentados por el testimonio de su amor
somos robustecidos a lo largo de
nuestra peregrinación,
abrigando la certeza de que nos acercamos a la plenitud de la salvación.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
y con la multitud de los santos,
te cantamos un himno de alabanza,
proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LOS SANTOS MARTIRES:
Testimonio y ejemplo de los mártires
Este
prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de los santos mártires.
Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo nuestro Señor.
Porque la sangre del(a) glorioso(a) mártir N.,
derramada como la de Cristo
para proclamar su fidelidad a ti,
manifiesta tu admirable poder,
y al transformar la fragilidad en fortaleza
hace
que robustecida, la débil criatura
se convierta en testigo intrépido de tu fidelidad.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo,
así nosotros en la tierra
te
aclamamos, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE LOS PASTORES
Los santos pastores siguen presentes en la Iglesia
Este
prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de los santos pastores.
Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy al recordar a san N.
Con el ejemplo de su vida nos animas,
sus enseñanzas son fuente de instrucción
y su intercesión
es para nosotros protección.
Por eso, con los ángeles y los santos,
te cantamos el himno de alabanza,
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE SANTAS VIRGENES Y SANTOS
RELIGIOSOS
La vida consagrada a Dios es un signo del Reino de los cielos
Este
prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de santas vírgenes y
santos religiosos. Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario
que te alaben, Señor,
tus criaturas
del cielo y de la tierra.
Porque al celebrar a los santos que por amor a Ti,
se consagraron a Cristo,
nuestro Salvador,
reconocemos tu Providencia admirable,
que no cesa de
llamarnos a la vida de santidad,
para que por la efusión del Espíritu,
participando ya de la vida nueva de tu Reino,
alcancemos al final, su plenitud.
Por eso, con todos los ángeles y santos,
te alabamos, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE DIFUNTOS I
No se nos quita la vida, se nos cambia por otra mejor
Este prefacio
se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
En él resplandece la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, aunque
la certeza de morir nos entristece,
nos llena de gozo el saber que somos herederos de tu Reino.
Pues, para quienes creemos en ti, Señor,
la vida se transforma, no se acaba;
por
lo que, cuando se disuelve nuestra morada terrenal,
la vida nueva de la que ya participamos, llega a su plenitud.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
PREFACIO DE DIFUNTOS II
Cristo, vida y resurrección de los hombres
Este prefacio
se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Porque él es la salvación del mundo,
la vida de toda la humanidad
y la
resurrección de los muertos.
Por él, los ángeles, que gozan de tu presencia,
eternamente te adoran;
permítenos
unirnos a sus voces,
cantando jubilosos tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
PRIMERA PLEGARIA: DE LA ANÁFORA DE SAN HIPÓLITO
Esta
plegaria eucarística tiene un prefacio propio que forma parte de su
misma estructura. Con todo, se pueden usar también con esta plegaria
otros prefacios, especialmente aquellos que presentan una breve
síntesis del misterio de la salvación.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación
darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que,
hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María, la
Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte y manifestar
la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso, con los ángeles y los santos,
proclamamos tu gloria, cantando:
R:/ Santo, Santo, Santo...
El sacerdote, con las manos extendidas,
dice:
C:/ Santo eres en verdad, Padre, fuente de
toda santidad;
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
te suplicamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean para nosotros Cuerpo y + Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
En la misa vespertina del Jueves
santo dice:
El, en esta misma noche,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, al
celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te
ofrecemos, este sacrificio espiritual y, con humildad, te suplicamos
nuevamente: Que
la efusión de tu Espíritu Santo permanezca sobre las ofrendas que te ha presentado
tu Santa Iglesia y que hemos consagrado. Que transformadas en el Cuerpo
y la Sangre de tu Cristo, sean para quienes las recibimos: manantial a
través del cual el Espíritu Santo nos inunde con la misma fuerza con la
que llenó a los Apóstoles el día de Pentecostés; fuente de comunión que
nos ayude a llegar a ser uno, como Tú Padre y el Hijo son uno; y luz
que nos fortalezca en la fe, para que, manteniéndonos firmes en la
verdad y en el amor, incesantemente te alabemos y te glorifiquemos, por
Jesucristo nuestro Salvador.
Terminada
la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda.
Luego proclama cantando una de
las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después
el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
C I:/ Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda
la tierra;
En
los domingos, cuando no hay otro recuerdo más propio, puede decirse:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido
a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;
En
la Natividad del Señor y durante su octava:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí (en la noche santa) en el día santo en
que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo;
En la Epifanía del Señor:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día santo en que tu único Hijo, eterno
como tú en la gloria, se manifestó en la realidad de nuestra propia carne;
Desde la misa de Vigilia pascual hasta el segundo domingo de Pascua:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí (en la noche santísima) en el día santísimo
de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo;
En la Ascensión del Señor:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día glorioso en que Cristo ha sido
constituido Señor del cielo y de la tierra;
En
el domingo de Pentecostés:
C:/ Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día en que la efusión de tu Espíritu
ha hecho de ella sacramento de unidad para todos los pueblos;
C I:/ que sea en el mundo fermento de reconciliación y de amor.
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos
a ser uno, en la fe y en el amor.
Intercesiones particulares que
pueden añadirse en diversas ocasiones:
En las misas de Pascua, de su
octava y en la del bautismo de adultos:
C:/ Acuérdate también de nuestros hermanos (N. y N.) que hoy, por medio del bautismo (y de la confirmación), han entrado
a formar parte de tu familia; ayúdales a seguir a Cristo, tu Hijo, con ánimo generoso y ferviente.
En la misa del bautismo de niños:
C:/ Acuérdate
también de nuestros hermanos N. y N. (de aquellos hermanos nuestros)
que hoy has hecho renacer del agua y del Espíritu Santo, librándolos
del pecado; tú que los has incorporado, al cuerpo de Cristo, inscribe
también sus nombres en el libro de la vida.
En la misa de confirmación:
C:/ Acuérdate también de tus hijos (N. y N.) que, regenerados en el bautismo, hoy has confirmado, marcándolos con el sello
del Espíritu Santo:
custodia en ellos el don de tu amor.
En
la misa de primera comunión:
C:/ Acuérdate de tus hijos (N. y N.) que por vez primera invitas en este día a participar del pan y del cáliz de salvación,
en la mesa de tu familia; concédeles crecer siempre en tu amistad y en la comunión con tu Iglesia.
En
la misa del matrimonio:
C:/ Acuérdate de tus hijos N. y N.
que en Cristo hoy han fundado una nueva familia, iglesia doméstica y sacramento de
tu amor, y concédeles que la gracia de este día
se prolongue a lo largo de toda su vida.
En
la misa por los difuntos:
C:/ Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia; concédele que, así como ha compartido
ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección.
C
II:/ Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la
paz de Cristo, y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste: que contemplando
la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión de los santos.
Ten misericordia de todos nosotros, y así,
con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles
y cuantos vivieron
en tu amistad a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas.
Junta las manos. El celebrante y otros ministros idóneos toman la patena con el pan consagrado y el cáliz
y los sostienen elevados. El celebrante canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios
Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El
pueblo aclama:
R:/ Amén.
SEGUNDA PLEGARIA:
DE LAS ANÁFORAS GALICANAS
E HISPANAS
El sacerdote, con las manos extendidas,
dice:
C:/ Santo eres en verdad, Padre,
y con razón
te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das
vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde
donde sale el sol hasta el ocaso.
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos
dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo y + Sangre de Jesucristo, Hijo
tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Junta las manos.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
En la misa vespertina del Jueves
santo se añade:
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó
hasta el extremo
y, mientras cenaba con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Por tu Hijo Jesucristo, que se ofreció como víctima por nosotros, nos presentamos ante ti, Padre
bondadoso, y nuevamente te suplicamos: acepta benigno estas ofrendas, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio
de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec:
Que
por la efusión de tu Espíritu Santo, fuente de toda vida y
santificación, estas ofrendas, quedando bendecidas, santificadas y
consagradas, hagan que: por el pan que partimos, comulguemos con el
Cuerpo del Señor y por el cáliz sobre el cual pronunciamos la acción de
gracias, recibamos la sangre de Jesucristo, nuestro Salvador.
Que
quienes nos hemos congregado en torno a tu altar, para comulgar con el
Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, seamos colmados con la fuerza del
Espíritu Santo y, participando de la vida nueva de tu Reino, en
comunión con todo tu Pueblo santo, lleguemos a ser uno en el amor.
Terminada
la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda.
Luego proclama cantando una de
las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después
el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
C I:/ Señor, transfórmanos en ofrenda permanente, para que
gocemos de tu heredad, junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san N.: Santo del día o patrono) y todos los santos,
por cuya intercesión confiamos obtener siempre
tu ayuda.
C
II:/ Te pedimos, Padre, que esta
Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia,
peregrina en la tierra:
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos
a ser uno, en la fe y en el amor.
INTERCESIONES PARTICULARES que
pueden añadirse en diversas ocasiones:
En las misas de Pascua, de su
octava y en la del bautismo de adultos:
Confirma
en la fidelidad cristiana a tus hijos (N. y N.), que hoy, por medio del
Bautismo [y del don del Espíritu] has llamado a formar parte de tu
pueblo y concédeles andar siempre en una vida nueva.
En la misa del bautismo de niños:
Ayuda
a nuestros hermanos (N. y N.), que hoy has hecho renacer del agua y del
Espíritu Santo librándolos del pecado; tú que los has incorporado, como
miembros vivos, al Cuerpo de Cristo, inscribe también sus nombres
en el libro de la vida.
En la misa de confirmación:
Ayuda a tus hijos (N. y N.), que hoy has
confirmado marcándolos con el sello del Espíritu Santo; custodia en ellos el don de tu amor.
En la misa de primera comunión:
Ayuda
a tus hijos (N. y N.), que por vez primera invitas en este día a
participar del pan de vida y del cáliz de salvación, en la mesa de tu
familia;
concédeles
crecer siempre en tu amistad y en la comunión con tu Iglesia.
En la misa del matrimonio:
Ayuda
a tus hijos (N. y N.), que en Cristo hoy han fundado una nueva familia,
iglesia doméstica y sacramento de tu amor, y concédeles que la gracia
de este día se prolongue a lo largo de toda su vida.
En la misa por los difuntos:
Recuerda
a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu
presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de
Jesucristo, esté también compartiendo con él la gloria de la
resurrección.
C III:/ Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado
en tu presencia.
En los domingos, cuando no hay
otro recuerdo más propio, puede decirse:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia, en el domingo, día en que Cristo, ha vencido a la muerte y
nos ha hecho partícipes de su vida inmortal.
En la Natividad del Señor y durante
su octava:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia, (en la noche santa) en el día santo en que la Virgen María
dio a luz al Salvador del mundo.
En la Epifanía del Señor:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia en el día santo, en que tu único Hijo, eterno como tú en la
gloria, se manifestó en la verdad de nuestra carne hecho hombre.
Desde la misa de Vigilia pascual
hasta el segundo domingo de Pascua:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia (en la noche gloriosa) en el día glorioso de la resurrección
de nuestro Señor Jesucristo según la carne.
En la Ascensión del Señor:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia en el día glorioso de la Ascensión, en el que Cristo ha sido
constituido Señor del cielo y de la tierra.
En el domingo de Pentecostés:
Atiende
los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu
presencia en el día en que la efusión de tu Espíritu ha hecho de ella
sacramento de unidad para todos los pueblos.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos
por el mundo.
C IV:/ A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna
de tu gloria,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los
bienes.
Junta las manos. El celebrante y otros ministros idóneos toman la patena con el pan consagrado y el cáliz
y los sostienen elevados. El celebrante canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios
Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El
pueblo aclama:
R:/ Amén.
TERCERA PLEGARIA:
DE LA ANÁFORA DE SAN BASILIO.
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ En verdad es justo darte gracias,
y
deber nuestro glorificarte, Padre santo,
porque tú eres el único Dios vivo y verdadero
que existes desde siempre y
vives para siempre;
luz sobre toda luz.
Porque tú sólo eres bueno y la fuente de la vida,
hiciste todas
las cosas para colmarías de tus bendiciones
y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria.
Por eso, innumerables ángeles en tu presencia,
contemplando la gloria
de tu rostro,
te sirven siempre y te glorifican sin cesar.
Y con ellos también nosotros, llenos de alegría,
y por nuestra voz
las demás criaturas,
aclamamos tu nombre cantando:
Santo, Santo, Santo...
El sacerdote, con las manos extendidas,
dice:
C:/ Te alabamos, Padre santo, porque eres grande
y
porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al ser humano
y le encomendaste el universo entero,
para
que, sirviéndote sólo a ti su Creador,
disfrutara e hiciera productivo todo lo creado.
Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,
no lo abandonaste
al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca.
Reiteraste, además, tu alianza a la humanidad; por los profetas la
fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo,
que, al cumplirse la plenitud
de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu único Hijo.
El se encarnó por obra del Espíritu Santo,
nació de María, la Virgen,
y
así compartió en todo nuestra condición humana
menos en el pecado;
anunció la salvación a los pobres,
la liberación
a los oprimidos
y a los afligidos el consuelo.
Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte,
y,
resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
Y porque no vivamos ya para nosotros mismos,
sino para él, que
por nosotros murió y resucitó,
envió, Padre, al Espíritu Santo
como primicia para los creyentes,
a fin de santificar
todas las cosas,
llevando a plenitud su obra en el mundo.
Junta las manos y, manteniéndolas
extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te rogamos
que este mismo Espíritu
santifique
estas ofrendas,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz, diciendo:
para que sean
Cuerpo y + Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor,
Junta las manos.
Y así celebremos el gran misterio
que nos dejó como alianza eterna.
Porque él mismo, llegada
la hora en que había de ser glorificado por ti, Padre santo,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los
amó hasta el extremo.
Y, mientras cenaba con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Por
eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención,
recordamos la muerte de Cristo y su descenso al lugar de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha; y mientras
esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, este sacrificio espiritual
y te suplicamos: Envía tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos
dones que, puestos sobre el altar hemos consagrado. Haz que este pan,
transformado en el precioso cuerpo de tu Hijo, y que el vino,
convertido en su bendita sangre, por la fuerza de tu Santo Espíritu,
sean para quienes los comulgamos: prenda de purificación y de remisión
de los pecados; fuente de comunicación del Espíritu Santo y de
manifestación de tu Reino; y que, al liberarnos de toda condena y
reprobación, nos conviertan en ofrenda agradable a Tí, Dios vivo y
verdadero.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda
Luego proclama cantando una de
las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta
que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
C I:/ Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes
te ofrecemos este sacrificio:
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo
tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en el amor.
C II:/ Recuérdate Señor de aquellos a quienes te encomendamos especialmente
en esta celebración, de todas las comunidades de tu Iglesia Católica Ecuménica Renovada,
INTERCESIONES PARTICULARES que
pueden añadirse en diversas ocasiones:
En las misas de Pascua, de su octava y en la del bautismo:
de nuestros hermanos [N., y N.], que hoy
has hecho renacer
del agua y del Espíritu Santo,
En la misa de confirmación:
de
tus hijos [N., y N.], que hoy has confirmado
marcándolos con el sello del Espíritu Santo,
En la misa de primera comunión:
de tus hijos [N., y N.],que por vez primera
invitas en este día a participar del pan de vida y del cáliz de salvación, en la mesa de tu familia,
En la misa del matrimonio:
de tus hijos N. y N., que
en Cristo hoy han fundado una nueva familia,
En la misa por los difuntos:
Recuerda
a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu
presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de
Jesucristo, esté también compartiendo con él la gloria de la resurrección.
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo
y de
todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste.
C III:/ Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos
en la heredad
de tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios,
con los apóstoles y los santos;
y allí, junto con toda la creación
libre ya del pecado y de la muerte,
Junta las manos.
te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al
mundo todos los bienes.
Junta las manos. El celebrante y otros ministros idóneos toman la patena con el pan consagrado y el cáliz
y los sostienen elevados. El celebrante canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios
Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El
pueblo aclama:
R:/ Amén.
CUARTA PLEGARIA:
DIOS GUÍA A SU IGLESIA
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C/. Te damos gracias, Señor y Padre
nuestro,
te bendecimos y te glorificamos,
porque has creado todas las cosas
y nos has llamado a la vida.
Tú nunca nos dejas solos,
te manifiestas vivo y presente
en medio
de nosotros.
Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel, tu pueblo,
con mano poderosa
y brazo extendido,
a través de un inmenso desierto.
Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina,
dándole la fuerza de tu Espíritu.
Por medio de tu Hijo nos abres el camino de la vida,
para que, a
través de este mundo,
lleguemos al gozo perfecto de tu reino.
Por eso, con los ángeles y los santos,
cantamos
sin cesar el himno de tu gloria:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
T/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
Te glorificamos, Padre santo,
porque
estás siempre con nosotros en el camino de la vida,
sobre todo cuando Cristo,
tu Hijo, nos congrega
para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús,
él
nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
Te rogamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz, diciendo:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo
y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor
nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
mientras estaba a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, ahora que celebramos el memorial de nuestra reconciliación, y
proclamamos la obra de tu amor, con corazón humilde y ánimo confiado,
nuevamente te suplicamos: Que la efusión de tu Espíritu Santo
permanezca sobre las ofrendas que te presenta tu Santa Iglesia y que te
hemos consagrado. Que transformadas en el Cuerpo y la Sangre de tu
Cristo, sean para quienes las recibimos: manantial a través del cual el
Espíritu Santo nos inunde con la misma fuerza con la que llenó a los
Apóstoles el día de Pentecostés; fuente de comunión que nos ayude a
llegar a ser uno, como Tú Padre y el Hijo son uno; y luz que nos
fortalezca en la fe, para que, manteniéndonos firmes en la verdad y en
el amor, incesantemente te alabemos y te glorifiquemos, por Jesucristo
nuestro Salvador.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda Luego proclama cantando una de las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después, con las manos extendidas,
dice:
C. I/. Fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
renuévanos
a todos a su imagen.
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos
a ser uno, en la fe y en el amor.
C II:/ Que sepamos discernir los signos de los tiempos
y crezcamos en la fidelidad al Evangelio;
que nos preocupemos
de compartir en la caridad
las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de la humanidad, y
así seamos signo que les ayude a encontrar el camino de la salvación.
C.III/. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos
los difuntos, cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro,
estén participando en la gloriosa comunión de los santos.
C IV:/ Y, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo,
haz que,
manifestándose plenamente la presencia de tu reino, gocemos todos juntos eternamente de tu gloria.
CP/. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los
apóstoles y los mártires, [san N.: Santo del día o patrono]
y todos los santos, te invocamos,
Padre, y te glorificamos,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, teniéndolos elevados se canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los
siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
QUINTA PLEGARIA:
JESÚS, NUESTRO CAMINO
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C/. Te damos gracias y te bendecimos, Dios santo y fuerte,
porque diriges con
sabiduría los destinos del mundo
y cuidas con amor de cada uno de los seres humanos.
Tú nos invitas a escuchar tu palabra,
que nos reúne
en un solo cuerpo,
y a mantenernos siempre firmes en el seguimiento de tu Hijo.
Porque sólo él es el camino que nos
conduce hacia ti,
Dios invisible, la verdad que nos hace libres,
la vida que nos colma de alegría.
Por eso, Padre, porque tu amor es grande para con nosotros,
te damos gracias, por medio
de Jesús, tu Hijo amado,
y unimos nuestras voces a las de los ángeles,
para cantar y proclamar tu gloria:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
Te glorificamos, Padre santo,
porque
estás siempre con nosotros en el camino de la vida,
sobre todo cuando Cristo,
tu Hijo, nos congrega
para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús,
él
nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
Te rogamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz, diciendo:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo
y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor
nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
mientras estaba a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo,
tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en cruz, ha resucitado a la
vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha.
Por eso, de
nuevo te ofrecemos Padre, este sacrificio espiritual, te invocamos, te
pedimos y te suplicamos: Envía tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre
estos dones que, puestos sobre el altar hemos consagrado. Haz que este
pan, transformado en el precioso cuerpo de tu Hijo, y que el vino,
convertido en su bendita sangre, por la fuerza de tu Santo Espíritu,
sean para quienes los comulgamos: prenda de purificación y de remisión
de los pecados; fuente de comunicación del Espíritu Santo y de
manifestación de tu Reino; y que, al liberarnos de toda condena y
reprobación, nos conviertan en ofrenda agradable a Tí, Dios vivo y
verdadero.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda Luego proclama cantando una de las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después, con las manos extendidas,
dice:
C.I/. Haz que por este misterio de comunión, tu Iglesia camine hacia la reconciliación
y la unidad:
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la última frase por la siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos
a ser uno, en la fe y en el amor.
C.II/. Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado,
ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea signo de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos
encuentren en ella un motivo para seguir esperando.
C. III/. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión
de los santos.
C. IV/. Y,
cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, haz que llegue a
manifestarse plenamente en nosotros la presencia de tu Reino, del que
ya participamos desde ahora por la efusión del Espíritu Santo, con fe
firme, con esperanza inquebrantable y con ferviente amor.
CP/. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los
apóstoles y los mártires, san Juan Bautista
y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, teniéndolos elevados se canta:
C /. Por Cristo, con él y en él, a
ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
SEXTA
PLEGARIA: JESÚS; MODELO DE CARIDAD
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ Te damos gracias, Padre fiel y lleno de ternura,
porque tanto amaste al
mundo que le has entregado a tu Hijo,
para
que fuera nuestro Señor y nuestro hermano.
Él manifiesta su amor
para con los pobres y los enfermos,
para con los pequeños y los pecadores.
Él nunca permaneció
indiferente ante el sufrimiento humano;
su
vida y su palabra son para nosotros la prueba de tu amor;
como un padre siente ternura por sus hijos,
así tú sientes ternura por tus
fieles.
Por eso, te alabamos y te glorificamos
y, con los ángeles y los santos,
cantamos tu bondad
y tu fidelidad,
proclamando el himno de tu gloria:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
Te glorificamos, Padre santo,
porque
estás siempre con nosotros en el camino de la vida,
sobre todo cuando Cristo,
tu Hijo, nos congrega
para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús,
él
nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
Te rogamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo
y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor
nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
mientras estaba a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, mientras celebramos el memorial de nuestra reconciliación,
nuevamente te imploramos: Que la presencia de tu Espíritu Santo permanezca sobre estas ofrendas
que te hemos consagrado y que convertidas en el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo Jesucristo, sean para nosotros Pan de Vida y Cáliz de
Salvación. Haz que quienes comulgamos con estos sagrados dones,
colmados con la fuerza del Espíritu Santo y fortalecidos en la comunión
con Cristo y con toda la nueva creación, participemos de la gloria de
tu Reino.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda Luego proclama cantando una de las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después, con las manos extendidas,
dice:
C.I/. Padre, haz que por este misterio, tu Iglesia sea renovada a imagen y semejanza
de tu Hijo.
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la última frase por la siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en el amor.
C II:/ Haz que sepamos discernir los signos de los tiempos
y crezcamos en la fidelidad
al Evangelio;
que nos preocupemos de compartir en la caridad
las
angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de la
humanidad, y así seamos signos que les ayuden a encontrar el camino de
la salvación.
C. III/. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión
de los santos.
C. IV/. Y,
cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, haz que llegue a
manifestarse plenamente en nosotros la presencia de tu Reino, del que
ya participamos desde ahora por la efusión del Espíritu Santo, con fe
firme, con esperanza
inquebrantable
y con ferviente amor.
CP/. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los
apóstoles y los mártires, san Juan Bautista
y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, teniéndolos elevados se canta:
Por Cristo, con él y en él,
a
ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
SÉPTIMA PLEGARIA:
LA IGLESIA, EN CAMINO HACIA LA UNIDAD
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ Te damos gracias, Padre de bondad,
y
te glorificamos, Señor, Dios del universo,
porque no cesas de convocar
a los seres humanos de toda raza y cultura,
por
medio del Evangelio de tu Hijo,
y los reúnes en un solo cuerpo, que es la Iglesia.
Esta Iglesia, vivificada por tu Espíritu,
resplandece como signo
de la unidad de toda la humanidad,
da testimonio de tu amor en el mundo
y abre a todos las puertas de la esperanza.
De
esta forma se convierte
en un signo de fidelidad a la alianza,
que has sellado con nosotros para siempre.
Por ello, Señor, te enaltecen el cielo y la tierra,
y también nosotros,
unidos a toda la Iglesia,
proclamamos el himno de tu gloria:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
Te glorificamos, Padre santo,
porque
estás siempre con nosotros en el camino de la vida,
sobre todo cuando Cristo,
tu Hijo, nos congrega
para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús,
él
nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
Te rogamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz, diciendo:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo
y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor
nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
mientras estaba a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, por tu Hijo Jesucristo, que se ofreció como víctima por nosotros, nos
presentamos ante ti y nuevamente te suplicamos: acepta benigno estas
ofrendas, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación
pura de tu sumo sacerdote Melquisedec:
Que
por la efusión de tu Espíritu Santo, fuente de toda vida y
santificación, estas ofrendas, quedando bendecidas, santificadas y
consagradas, hagan que: por el pan que partimos, comulguemos con el
Cuerpo del Señor y por el cáliz sobre el cual pronunciamos la acción de
gracias, recibamos la sangre de Jesucristo, nuestro Salvador.
Que
quienes nos hemos congregado en torno a tu altar, para comulgar con el
Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, seamos colmados con la fuerza del
Espíritu Santo y, participando de la vida nueva de tu Reino, en
comunión con todo tu Pueblo santo, lleguemos a ser uno en el amor.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda Luego proclama cantando una de las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
Después, con las manos extendidas,
dice:
C.I/. Haz que nuestra Iglesia Católica Ecuménica
Renovada,
se renueve constantemente a la luz del Evangelio
y encuentre siempre nuevos impulsos de vida;
consolida
los vínculos de unidad con nuestro Obispo N.
con los presbíteros y diáconos y con toda
tu Iglesia, extendida desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la última frase por la siguiente:
O:/ que
por el ministerio de este indigno siervo tuyo, se consoliden los
vínculos de unidad con los presbíteros y diáconos y con toda tu
Iglesia, extendida desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
C II:/ Haz que la Iglesia sea, en medio de nuestro mundo,
dividido por
las guerras y discordias,
instrumento de unidad, de concordia y de paz.
C. III/. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión
de los santos.
C. IV/. Y,
cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, haz que llegue a
manifestarse plenamente en nosotros la presencia de tu Reino, del que
ya participamos desde ahora por la efusión del Espíritu Santo, con fe
firme, con esperanza inquebrantable y con ferviente amor.
CP/. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los
apóstoles y los mártires, san Juan Bautista
y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, teniéndolos elevados se canta:
C/. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los
siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
OCTAVA PLEGARIA:
ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CREACIÓN
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ Dios y Padre nuestro,
tú has querido
que nos reunamos delante de ti
para alabarte y para decirte lo mucho que te admiramos.
Te alabamos por toda la creación
y por la alegría que has dado
a nuestros corazones.
Te bendecimos por la luz del sol
y por tu Palabra que ilumina nuestras vidas.
Te damos gracias
por la tierra tan hermosa que nos has dado, por las personas que la habitan
y por habernos hecho el regalo de la vida.
De veras, Señor, tú nos amas, eres bueno
y haces maravillas por
nosotros.
Tú, Señor, te preocupas siempre de nosotros
y acompañas en su caminar a toda la humanidad.
Tú nos has enviado a Jesús, tu Hijo muy querido.
Él vino para salvarnos,
curó
a los enfermos, perdonó a los pecadores.
Se hizo amigo de los pequeños y de los pobres.
A todos les dijo
que tú nos amas.
Tu nos haces parte de la Iglesia, que es tu pueblo,
y que, extendida
por toda la tierra, canta tus alabanzas.
También en el cielo la Virgen María,
los apóstoles y los santos,
te alaban sin cesar.
Con ellos y con todos los ángeles
te cantamos el himno de tu gloria:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
C:/ Padre santo, para mostrarte nuestro agradecimiento,
te hemos traído este
pan y este vino;
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
haz que, por la fuerza de tu Espíritu,
sean para nosotros
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
el Cuerpo + y la Sangre de Jesucristo,
tu Hijo resucitado.
Junta las manos.
Así podremos ofrecerte, Padre bueno,
lo que tú mismo nos regalas.
Porque Jesús, un poco antes de su muerte,
mientras cenaba con sus
apóstoles,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados. »
Y les dijo también:
«Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Padre
misericordioso, te hemos consagrado, los dones que simbolizan a Cristo,
ofrecido como víctima por nuestra salvación. Por eso, nuevamente te
suplicamos: Que el poder del Espíritu Santo haga que, habiendo sido
transformados para nosotros, en el
Cuerpo y la Sangre de tu Amado Hijo; por el pan que partimos,
participemos en el Cuerpo del Señor y por el cáliz sobre el que
pronunciamos la acción de gracias, entremos en comunión con la sangre
de nuestro divino Salvador.
Terminada la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda.
Luego proclama cantando:
Este es el Misterio de la fe.
Y el pueblo responde cantando:
R:/ Cristo ha muerto,
Cristo ha resucitado,
Cristo, Cristo, de nuevo
vendrá!
Después, con las manos extendidas,
dice:
C I:/ A ti, Señor, que nunca olvidas a nadie,
te pedimos
por todas las personas que amamos:
Acuérdate del Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales y presidiendo
en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Acuérdate
también de nuestro Obispo N., que con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia
Católica Ecuménica Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la última frase por la siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, junto con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica
Ecuménica Renovada, seamos uno, en la fe y en el amor.
C II:/ Acuérdate de todos los que sufren y viven tristes,
de
la gran familia de los cristianos,
de cuantos viven en este mundo
y también de los que ha muerto en tu paz.
Al ver todo lo que tú haces por medio de tu Hijo Jesús,
nos quedamos admirados
y de nuevo te damos gracias
y te bendecimos.
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, sosteniéndolos elevados se canta:
Por Cristo, con él y en él,
a
ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
NOVENA PLEGARIA:
HISTORIA DE LA SALVACIÓN, OBRA DE AMOR
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ En verdad, Padre bueno, hoy nos sentimos gozosos;
y nuestro
corazón está lleno de agradecimiento
por las grandes maravillas que has realizado:
Tú nos amas tanto,
que nos das a tu Hijo, Jesús,
para que él
nos acompañe hasta ti.
Tú nos amas tanto,
que nos reúnes con Jesús
como a los hijos
de una misma familia.
Por ese amor tan grande
queremos darte gracias y cantarte
con
los ángeles y los santos
que te adoran en el cielo:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
C:/ Bendito sea Jesús, tu enviado,
el amigo
de los pequeños y de los pobres.
Él vino para enseñarnos
cómo debemos amarte a ti
y amarnos
los unos a los otros.
Él vino para arrancar de nuestros corazones
el mal que nos impide
ser amigos
y el odio que no nos deja ser felices.
Él ha prometido que su Espíritu Santo
estará siempre con nosotros
para que vivamos como verdaderos hijos tuyos.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos
que nos envíes tu Espíritu,
para que este pan y este vino
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
sean el Cuerpo + y la Sangre de Jesús,
Señor nuestro.
Junta las manos.
El mismo Jesús, poco antes de morir,
nos dio la prueba de tu amor.
Cuando estaba sentado a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el pan,
dijo una oración para bendecirte y darte gracias,
lo
partió y lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Después, tomó el cáliz lleno de vino
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados. »
Y les dijo también:
«Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
C:/ Por eso, Padre bueno, recordamos ahora la muerte y resurrección de Jesús,
el Salvador del mundo.
Él se ha puesto en nuestras manos para que te lo ofrezcamos como sacrificio nuestro y junto con
él nos ofrezcamos a ti. Por eso, llenos de confianza y de alegría te pedimos
nuevamente:
Que la presencia de tu Espíritu Santo permanezca sobre estas ofrendas
que te hemos consagrado y que convertidas en el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo Jesucristo, sean para nosotros Pan de Vida y Cáliz de
Salvación. Haz que quienes comulgamos con estos sagrados dones,
colmados con la fuerza del Espíritu Santo y fortalecidos en la comunión
con Cristo y con toda la nueva creación, participemos de la gloria de
tu Reino.
Terminada la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda.
Luego proclama cantando:
Hermanos, alabemos, bendigamos y demos gracias al Dios de amor.
Y el pueblo responde cantando:
R:/ ¡Te alabamos, te bendecimos, te damos
gracias!
Después, con las manos extendidas,
dice:
C I:/ Escúchanos, Señor Dios nuestro;
haz que vivamos
cada día más unidos en la Iglesia.
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales
y presidiendo en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en
el amor.
Todos aclaman:
R:/ ¡Que todos seamos una sola familia para
gloria tuya!
El sacerdote, con las manos extendidas,
prosigue:
C II:/ No te olvides de las personas que amamos
ni de aquellas
a las que debiéramos querer más.
En la misa de primera comunión:
Acuérdate
de nuestros amigos [N.y N.], que por vez primera invitas en este día a
participar del pan de vida y del cáliz de salvación,
en la mesa de tu familia. Concédeles crecer siempre en tu amistad.
Acuérdate también de los que ya murieron
y recíbelos con amor en
tu casa.
Todos aclaman:
R:/ ¡Que todos seamos una sola familia para
gloria tuya!
El sacerdote, con las manos extendidas,
prosigue:
C III:/ Y un día, reúnenos cerca de ti
con Maria la Virgen, Madre de
Dios y Madre nuestra,
para celebrar en tu reino la gran fiesta del cielo.
Entonces, todos los amigos de Jesús, nuestro
Señor,
podremos cantarte sin fin.
Todos aclaman:
R:/ ¡Que todos seamos una sola familia para
gloria tuya!
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, sosteniéndolos elevados se canta:
Por Cristo, con él y en él,
a
ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
DÉCIMA PLEGARIA:
NUESTRA MISIÓN EN
LA IGLESIA Y EL MUNDO
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ En verdad, Padre bueno, hoy nos sentimos gozosos;
El sacerdote, con las manos extendidas,
prosigue:
Tiempo ordinario:
C:/ Te damos gracias, Señor.
Tú nos has
creado para que vivamos para ti
y nos amemos los unos a los otros.
Tú quieres que nos miremos y dialoguemos como hermanos,
de manera que podamos compartir
las cosas buenas y también las difíciles.
Tiempo de Adviento:
Te
damos gracias, Señor.
Tú nos has creado para que podamos conocerte, amarte
y vivir siempre contigo.
Muchas veces
has ofrecido a La humanidad tu amistad
y por medio de los profetas
nos has enseñado a esperar en tus promesas.
Cuando
llegó el tiempo, que tu pueblo había deseado tanto,
nos mandaste a tu único Hijo como hermano mayor de nuestra familia,
para
que todos pudiéramos vivir como amigos tuyos.
Cuando él vuelva al fin del mundo
nos invitará a la fiesta de la vida
en
la felicidad de su casa.
Tiempo de Navidad:
Te
damos gracias, Señor, porque en tu amor creaste el mundo
y no abandonaste en el mal a la humanidad que había pecado,
sino
que viniste a su encuentro.
Ahora nos has mandado a tu querido Hijo Jesús,
como luz que resplandece en las tinieblas.
Él era rico y se hizo pobre por nosotros,
para que nosotros fuéramos ricos con su amor.
Tiempo de Cuaresma:
Te
damos gracias, Señor,
porque haces cosas maravillosas
para darnos a conocer lo bueno que eres.
No sólo a los buenos
sino también a los malos
les concedes días repletos de flores, de frutos y de muchas cosas buenas,
para que las admiremos
y juntos gocemos de ellas.
Como Padre bueno tienes paciencia
con los que caen en el pecado
y esperas que se conviertan
y sean mejores.
Cincuentena pascual:
Te
damos gracias, Señor,
porque
tú eres el Dios de los vivientes, que nos llamas a la vida
y
quieres que gocemos de una felicidad eterna.
Tú has resucitado a Jesucristo de entre los muertos,
el primero entre
todos,
y le has dado una vida nueva.
A nosotros nos has prometido lo mismo:
una vida sin fin, sin penas ni dolores.
C:/ Por eso, Padre, estamos contentos y te
damos gracias.
Nos unimos a todos los que creen en ti,
y con los santos y los ángeles
te cantamos con gozo:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El sacerdote prosigue con las
manos extendidas, dice:
Señor, tú eres santo.
Tú eres siempre bueno con nosotros
y misericordioso
con todos.
Te damos gracias, sobre todo, por tu Hijo Jesucristo.
Tiempo ordinario:
Él quiso venir al mundo porque los seres humanos
se habían separado de ti y no lograban entenderse.
Él nos abrió los
ojos para que veamos
que todos somos hermanos y que tú eres el Padre de todos.
Tiempo de Adviento:
Él
es tu Palabra que nos mantiene despiertos;
y en las cosas pequeñas y en las grandes
nos ayuda a descubrir las pruebas
de tu amor
y la alegría que viene de ti.
Tiempo de Navidad:
Él
es la verdadera luz del mundo, que ha venido a iluminar
a todos los que lo buscan sinceramente.
Él es el Príncipe
de la paz, que nos hace renacer como hijos de Dios,
portadores de paz entre el género humano.
Él es Dios con nosotros,
que quiere que experimentemos
ya
desde este mundo, lo que será la alegría eterna del cielo.
Tiempo de Cuaresma:
Él
llama a toda la humanidad para que se convierta y crea en el Evangelio.
Ofreciendo su vida en la cruz nos ha librado del
pecado y de la muerte
y nos ha dado un corazón nuevo para que vivamos como él.
Cincuentena pascual:
Él
nos anunció que viviremos junto a ti para siempre;
nos enseñó también el camino que conduce a esa vida;
camino
que hay que andar en el amor y que él recorrió primero.
Él
nos reúne ahora en torno a esta mesa, porque quiere que hagamos
lo mismo que él hizo en la Última Cena.
Junta las manos y luego las extiende
sobre las ofrendas y dice:
Padre bueno, envía tu Espíritu
para santificar este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
el Cuerpo + y
la Sangre de tu Hijo Jesucristo.
Junta las manos.
Porque Jesús, antes de morir por nosotros,
mientras estaba cenando
por última vez con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el pan,
dijo una oración para bendecirte y darte gracias,
lo
partió y lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Después, tomó el cáliz lleno de vino
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados. »
Y les dijo también:
«Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
C:/ Padre Santo, estamos reunidos delante de
ti y recordamos todo lo que Jesús hizo para salvarnos.
Por eso, rebosantes de alegría y con ánimo confiado te suplicamos nuevamente: Que la efusión de tu Espíritu Santo permanezca sobre las
ofrendas que te presenta tu Santa Iglesia y que te hemos consagrado.
Que transformadas en el Cuerpo y la Sangre de tu Cristo, sean para
quienes las recibimos: manantial a través del cual el Espíritu Santo
nos inunde con la misma fuerza con la que llenó a los Apóstoles el día
de Pentecostés; fuente de comunión que nos ayude a llegar a ser uno,
como Tú Padre y el Hijo son uno; y luz que nos fortalezca en la fe,
para que, manteniéndonos firmes en la verdad y en el amor,
incesantemente te alabemos y te glorifiquemos, por Jesucristo nuestro
Salvador.
Por
eso, llenos de alegría, te cantamos:
Todos aclaman:
R/. Señor, tú eres bueno,
te
alabamos,
te damos gracias.
El
sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:
C:/ Tu Hijo Jesucristo vive ahora junto a ti
y está también con nosotros, por eso te cantamos:
Todos
aclaman:
R/. Señor, tú eres bueno,
te
alabamos,
te damos gracias.
El
sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:
C:/ Él vendrá lleno de gloria al fin del mundo
y en su reino no habrá ya pobreza ni dolor,
nadie estará triste, nadie tendrá que llorar.
Todos
aclaman:
R/. Señor, tú eres bueno,
te
alabamos,
te damos gracias.
El
sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:
C
I:/ Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales y presidiendo
en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por
el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en el amor.
Tiempo
ordinario:
C II:/ Ayuda a todos los que creemos en Cristo,
para que trabajemos
por la paz del mundo
y sepamos comunicar a los demás nuestra alegría.
Tiempo
de Adviento:
Da
a tus hijos la gracia de hacerlo todo bien,
incluso las cosas pequeñas de cada día,
y de disponernos así para recibir
a Jesús que se acerca.
Tiempo
de Navidad:
Haz
que tus hijos te den gloria en el cielo
y trabajen para que haya paz en la tierra
entre las personas que tú amas.
Tiempo
de Cuaresma:
Concede
a tus hijos la gracia
de hacer cada día las cosas que a ti te gustan,
para que así seamos luz del mundo
y ejemplo
de bondad ante todos nuestros hermanos.
Cincuentena
pascual:
Llena
los corazones de tus hijos
con la alegría de la Pascua,
para que la anuncien a toda la humanidad que vive triste.
C III:/ Acuérdate también de nuestros hermanos difuntos,
que
contemplando la luz de tu rostro y gozando de tu gloriosa presencia,
junto con María, la Madre de Jesús, y con todos los santos, intercedan
por nosotros para que, perseverando en la fe y en el amor, participemos
plenamente de tu presencia.
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Se toma la patena con el pan consagrado
y el cáliz y, sosteniéndolos elevados se canta:
Por Cristo, con él y en él,
a
ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
UNDÉCIMA PLEGARIA: EL RETORNO AL PADRE
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
darte gracias, Señor, Padre santo,
porque
no dejas de llamarnos a una vida plenamente feliz.
Tú, Dios de bondad y misericordia,
ofreces siempre tu perdón
e
invitas a los pecadores a recurrir confiadamente a tu clemencia.
Muchas veces los humanos hemos quebrantado tu alianza;
pero tú, en vez de abandonarnos,
has sellado de nuevo con la familia humana,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro
Señor,
un pacto tan sólido, que ya nada lo podrá romper.
Y ahora, mientras ofreces a tu pueblo
un tiempo de gracia y reconciliación,
lo alientas en Cristo para que vuelva a ti,
obedeciendo más plenamente al Espíritu Santo,
y se entregue al servicio
de todos los hombres.
Por eso, llenos de admiración y agradecimiento,
unimos nuestras voces
a las de los coros celestiales
para cantar la grandeza de tu amor
y proclamar la alegría de nuestra salvación:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
C:/ Oh Dios, que desde el principio del mundo
haces cuanto nos conviene,
para que seamos santos como tú mismo eres Santo,
mira a tu pueblo aquí reunido,
Junta
las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
y derrama la fuerza de tu Espíritu,
de manera que estos dones sean
para nosotros
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
Cuerpo y + Sangre
Junta las manos.
de tu amado Hijo Jesucristo,
en quien nosotros somos hijos tuyos.
El celebrante, con las manos extendidas,
dice:
Cuando nosotros estábamos perdidos
y éramos incapaces de volver
a ti,
nos amaste hasta el extremo.
Tu Hijo, que es el único justo,
se entregó a sí mismo en nuestras manos
para
ser clavado en la cruz.
Junta las manos y prosigue:
Pero, antes de que sus brazos extendidos
entre el cielo y la tierra
trazasen el signo indeleble de tu alianza,
quiso celebrar la Pascua con sus discípulos.
Mientras cenaba con ellos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Igualmente, después de haber cenado,
sabiendo que él iba a reconciliar
todas las cosas en sí mismo
por su sangre derramada en la cruz,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Así, pues, al hacer el memorial de Jesucristo, nuestra Pascua y nuestra paz definitiva,
y celebrar su muerte y resurrección, en la esperanza del día feliz de su retorno,
te
ofrecemos, Dios fiel y verdadero, la Víctima que devuelve tu gracia a
toda la humanidad y confiadamente te suplicamos, te invocamos y te
pedimos, Padre: Envía
tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones que, puestos sobre
el altar hemos consagrado. Haz que este pan, transformado en el
precioso cuerpo de tu Hijo, y que el vino, convertido en su bendita
sangre, por la fuerza de tu Santo Espíritu, sean para quienes los
comulgamos: prenda de purificación y de remisión de los pecados; fuente
de comunicación del Espíritu Santo y de manifestación de tu Reino; y
que, al liberarnos de toda condena y reprobación, nos conviertan en
ofrenda agradable a Tí, Dios vivo y verdadero.
Terminada
la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda.
Luego proclama cantando una de
las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
El sacerdote, con las manos extendidas,
dice:
C
I:/ Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las Iglesias locales y presidiendo
en el amor, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la al última frase por la
siguiente:
O:/ Que por
el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en el amor.
C II:/ Guárdanos a todos en comunión de fe y amor
para que todos
los miembros de la Iglesia
sepamos discernir los signos de los tiempos
y crezcamos en la fidelidad al Evangelio;
que
nos preocupemos de compartir en la caridad
las angustias y las tristezas,
las alegrías y las esperanzas de la humanidad,
y así le mostremos el camino de la salvación.
C III:/ Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión de los santos.
C:/ Y, cuando termine nuestra peregrinación
por este mundo,
recíbenos también a nosotros en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna
de tu gloria.
En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los apóstoles y los mártires, (san N.: Santo del día o patrono)
y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos.
Junta las manos. El celebrante y otros ministros idóneos toman la patena con el pan consagrado y el cáliz
y los sostienen elevados. El celebrante canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios
Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El
pueblo aclama:
R:/ Amén.
DUODÉCIMA PLEGARIA: RECONCILIACIÓN CON DIOS
Esta plegaria eucarística forma
un todo con su prefacio, el cual es recomendable que se utilice al emplear esta anáfora.
C/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
C/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
C/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
C:/ Te damos gracias, Dios nuestro y padre
todo poderoso,
por medio de Jesucristo, señor nuestro,
y te alabamos por la obra admirable de la redención.
Pues, en una humanidad dividida
por las enemistades y las discordias,
tú
diriges las voluntades
para que se dispongan a la reconciliación.
Tu Espíritu mueve los corazones
para que los enemigos
vuelvan a la amistad,
los adversarios se den la mano
y los pueblos busquen la unión
Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen
y crezca
el deseo de la paz;
que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.
Por eso, debemos darte gracias continuamente
y alabarte con los
coros celestiales, que te aclaman sin cesar:
Al
final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en
el cielo.
El celebrante principal, con las
manos extendidas, dice:
C:/ A ti, pues, Padre, que gobiernas el universo,
te
bendecimos por Jesucristo, tu Hijo,
que ha venido en tu nombre.
Él es la palabra que nos salva,
la mano que tiendes a los pecadores,
el
camino que nos conduce a la paz.
Dios, Padre nuestro, nos habíamos apartado de ti
y nos has reconciliado por tu Hijo,
a
quien entregaste a la muerte
para que nos convirtiéramos a tu amor
y nos amaramos unos a otros.
Por eso, celebrando este misterio de reconciliación, te rogamos
Junta las manos y, manteniéndolas
extendidas sobre las ofrendas, dice:
que santifiques con el rocío de tu Espíritu estos dones,
Junta las manos y traza el signo
de la cruz sobre el pan y el cáliz, diciendo:
Para que sean el Cuerpo y + la Sangre
de tu Hijo,
mientras cumplimos su mandato.
Junta las manos.
Porque él mismo, cuando iba a entregar su vida
por nuestra liberación,
estando sentado en la mesa,
Toma el pan y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, te dio gracias,
lo partió y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo,
lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Igualmente, después de haber cenado,
sabiendo que él iba a reconciliar
todas las cosas en sí mismo
por su sangre derramada en la cruz,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo
un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te
dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por
ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos
extendidas sobre el pan y el vino, prosigue diciendo:
CP/. Señor,
Dios nuestro, tu Hijo nos dejó esta prenda de su amor. Al celebrar,
pues, el memorial de su muerte y resurrección, te ofrecemos el
sacrificio de la reconciliación perfecta, que tu mismo nos entregaste
y, confiadamente, te suplicamos, te invocamos y te pedimos, Padre: Envía
tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones que, puestos sobre
el altar hemos consagrado. Haz que este pan, transformado en el
precioso cuerpo de tu Hijo, y que el vino, convertido en su bendita
sangre, por la fuerza de tu Santo Espíritu, sean para quienes los
comulgamos: prenda de purificación y de remisión de los pecados; fuente
de comunicación del Espíritu Santo y de manifestación de tu Reino; y
que, al liberarnos de toda condena y reprobación, nos conviertan en
ofrenda agradable a Tí, Dios vivo y verdadero.
Terminada la oración adora las especies consagradas con una reverencia profunda
Luego proclama cantando una de
las siguientes fórmulas:
Primera Fórmula:
C:/ Este es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
C:/ Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Anunciamos
tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Segunda Fórmula:
C:/ Aclamen el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Tercera Fórmula:
C:/ Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
R:/ Por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.
El sacerdote, con las manos extendidas,
dice:
C I:/ Padre, ayúdanos para que desaparezca
todo obstáculo
en el camino de la concordia
y la Iglesia resplandezca en medio del mundo
como signo de unidad e instrumento
de tu paz.
C
II:/ Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa N. Que como “primero entre iguales”, en la familia de los primados de las
Iglesias locales y presidiendo en el amor, se convierta en signo y
vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice
a los obispos miembros de nuestro Patriarcado, a todos los demás
obispos, a los presbíteros, a los pastores, ministros, servidores y a
cuantos cuidan de tu pueblo.
Que con
nuestro Obispo N., con los presbíteros y todos los miembros de tu Iglesia Católica Ecuménica
Renovada, seamos uno en la fe y en el amor.
Cuando esta parte la dice el obispo, sustituye la última frase por la siguiente:
O:/ Que por el ministerio de este indigno siervo tuyo, lleguemos a ser uno, en la fe y en
el amor.
C III:/ Que nuestros hermanos que han partido de este mundo
y a todos
los difuntos cuya fe sólo tú conociste, estén ya participando de la gloriosa resurrección
en el banquete de tu Reino.
C IV:/ Así como nos has reunido aquí en torno a la mesa de tu Hijo,
unidos
con María, la Virgen Madre de Dios,
y con todos los santos,
reúne también a los seres humanos de cualquier clase y condición,
de toda raza y lengua,
en el banquete de la unidad eterna, en un mundo nuevo
donde brille la plenitud de tu paz.
Junta las manos. El celebrante y otros ministros idóneos toman la patena con el pan consagrado y el cáliz
y los sostienen elevados. El celebrante canta:
C:/ Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios
Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El
pueblo aclama:
R:/ Amén.
12. RITO DE LA COMUNION
Una vez que
ha dejado el cáliz y la patena, el celebrante principal, con las manos juntas, dice:
C:/ Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación
y vinculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Si se considera oportuno, toda la asamblea se une de manos o, de lo contrario, las elevan individualmente en forma
de oración y todos juntos oran:
T/. Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan
de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como
también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Todos concluyen
la oración, aclamando, con las manos elevadas:
T:/ Por que tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el
celebrante principal, con las manos extendidas, dice en voz alta:
C:/ Señor Jesucristo, tú dijiste a los apóstoles:
"La paz les dejo, mi paz les doy".
Que tu Iglesia alcance esa paz y la
unidad.
Y, a nosotros pecadores, absueltos de condena y
reprobación, presérvanos del mal y consérvanos en tu amor
para que, liberados, por tu ternura y tu compasión,
de toda angustia y tentación;
vigilantes reconozcamos
cada día, tu gloriosa manifestación.
Junta las
manos.
Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas, por los siglos de los
siglos.
El pueblo
responde:
R:/ Amén.
El sacerdote
seguidamente extiende las manos y dice:
C:/ La
paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo
responde:
R:/ Y con tu espíritu.
Después
toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte
del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
C:/ El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras
tanto se canta:
T/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Si la fracción
del pan se prolonga, el canto precedente se repite varias veces. La última vez
se dice: "danos la paz". A continuación el celebrante,
con las manos juntas, dice:
C:/ Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
concédenos
que la comunión en tu Cuerpo y en tu Sangre, nos libre de todo pecado,
nos dé fortaleza para cumplir siempre tu voluntad y nos alcance un
corazón sencillo y una mirada limpia, para reconocer la presencia de tu
Reino en cada persona y en toda la creación.
El
celebrante hace una reverencia profunda, toma el pan consagrado y,
sosteniéndolo un poco elevado sobre el cáliz, lo muestra al pueblo,
diciendo:
C:/ He aquí el Cordero de Dios,
que
quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados al banquete del Señor.
Y, juntamente
con el pueblo, añade:
T/. Señor, no soy digno
de que vengas
a mí,
pero una palabra tuya
bastará
para sanarme.
El celebrante
luego dice:
C:/ El Cuerpo y la Sangre de Cristo
nos hagan partícipes
de la vida eterna.
Y comulga
el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Comienza el canto de comunión.
Después
toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el
pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de
ellos:
C:/ El
Cuerpo de Cristo.
El que va
a comulgar responde:
R:/ Amén.
Y comulga.
El diácono
y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Acabada
la comunión, el celebrante, el diácono o un ministro idóneo purifica la
patena y el cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia
después de la misa.
Después
el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden
guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de
alabanza.
Luego, de
pie en la sede, el celebrante dice:
C:/ Oremos.
Y todos,
junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos.
Después
el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la
comunión. La oración termina siempre con la conclusión breve.
Si la oración
se dirige al Padre:
C:/ Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración
se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
C:/ Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Si la oración
se dirige al Hijo:
C:/ Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo
aclama:
R:/ Amén.
13. RITO DE CONCLUSION
En este momento
se hacen, con brevedad, los oportunos anuncios y advertencias.
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos y dice:
C:/ El
Señor esté con ustedes.
El pueblo
responde:
R:/ Y con tu espíritu.
El sacerdote
bendice al pueblo, diciendo:
C:/ La bendición de Dios todopoderoso,
Padre,
Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
El pueblo
responde:
R:/ Amén.
En
algunas ocasiones y en determinadas misas rituales puede usarse una de
las bendiciones solemnes o de las oraciones sobre el pueblo.
El
Obispo, para bendecir al pueblo, usa el siguiente formulario, a no ser
que prefiera utilizar una de las bendiciones solemnes o una de las
oraciones sobre el pueblo.
O:/ Bendito
sea el nombre del Señor.
R:/ Ahora y por todos los siglos.
O:/ Nuestro
auxilio es el nombre del Señor.
R:/ Que hizo el cielo y la tierra.
O:/ La bendición de Dios todopoderoso,
Padre +, Hijo +, y Espíritu + Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R:/ Amén.
Luego
el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, despide al
pueblo con una de las fórmulas siguientes:
C/D/. Pueden ir en
paz.
O bien:
C/D/. La alegría
del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
O bien:
C/D/. Glorificad
al Señor con vuestra vida. Pueden ir en paz.
O bien:
C/D/. En el nombre
del Señor, pueden ir en paz.
O bien:
Especialmente
en los domingos de Pascua:
C/D/. Anuncien
a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
El pueblo
responde:
R:/ Demos gracias a Dios.
Después el
sacerdote besa con veneración el altar y, hecha la debida reverencia emprende la procesión de salida.
14. BENDICIONES SOLEMNES
Las
siguientes bendiciones pueden utilizarse, al final de la celebración de
la misa, o de una celebración de la Palabra, o de la Liturgia de las
Horas, o de los Sacramentos.
El
diácono o, en su ausencia, el mismo sacerdote, puede invitar a los
fieles con estas u otras palabras similares:
C/D/. Inclínense para
recibir la bendición.
Luego, el
sacerdote, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden:
R:/ Amen.
ADVIENTO
C:/ Que Dios omnipotente y misericordioso
los santifique con la celebración de este Adviento
y los llene de sus bendiciones,
ya que creen que Cristo vino al mundo
y
esperan su retorno glorioso.
R:/ Amen.
C:/ Que durante toda la vida
les conceda
permanecer firmes en la fe,
alegres en la esperanza y eficaces en la caridad.
R:/ Amen.
C:/ Que los enriquezca con los premios eternos
cuando venga en la majestad de su gloria
Aquel de cuya encarnación, llenos
de fe, se alegran ahora.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda
sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
NAVIDAD
C:/ Que Dios, cuya infinita bondad disipó las tinieblas del mundo
con la encarnación de su Hijo e iluminó el mundo
con
su nacimiento glorioso, aleje de ustedes el pecado
y alumbre sus corazones con
el esplendor de las virtudes.
R:/ Amen.
C:/ Que llene sus corazones de su alegría
y los haga mensajeros del Evangelio
el mismo que encomendó a sus ángeles
anunciar a los pastores el gran gozo del nacimiento del Salvador.
R:/ Amen.
C:/ Y que los colme de su paz y de buena voluntad
y les conceda participar de la vida eterna,
Aquel que, por la encarnación
de su Hijo,
unió la tierra con el cielo.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda
sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
EL PRIMER DIA
DEL AÑO
C:/ Que Dios, fuente y origen de toda bendición,
les conceda su gracia, los bendiga copiosamente
y los guarde, sanos y salvos,
durante todo este año.
R:/ Amen.
C:/ Que los conserve íntegros en la fe,
inconmovibles en la esperanza y perseverantes
hasta el fin, con santa paciencia, en la caridad.
R:/ Amen.
C:/ Que disponga en sus días y ocupaciones en la paz,
escuche siempre su oración
y le haga felizmente partícipes de la vida eterna.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda
sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
EPIFANIA
C:/ Que Dios, cuya misericordia los llamó
de las tinieblas a su luz admirable,
derrame su bendición sobre ustedes
y fortalezca su corazón en la fe, la esperanza y la caridad.
R:/ Amen.
C:/ Y puesto que siguen confiadamente a Cristo,
que hoy se manifestó al mundo,
como luz que brilla en las tinieblas,
que les haga también a ustedes ser luz para sus hermanos.
R:/ Amen.
C:/ Para que así, a lo largo de su peregrinación terrena,
se encuentren con Cristo, el Señor, luz de luz,
a quien los magos buscaron
guiados por la estrella
y, llenos de gozo, lograron encontrar.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
CUARESMA
C:/ Dios, Padre misericordioso,
les
conceda a todos, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
R:/ Amen.
C:/ Cristo, modelo de oración y de vida,
los guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la
Cuaresma.
R:/ Amen.
C:/ El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
los sostenga en la lucha contra el maligno,
para que puedan celebrar con
Cristo la victoria pascual.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
VIGILIA PASCUAL Y PASCUA
C:/ Que Dios todopoderoso
los bendiga
en este tiempo solemnísimo de Pascua
y, compadecido de ustedes, los guarde de todo pecado.
R:/ Amen.
C:/ Que les conceda el premio de la inmortalidad
quien los ha redimido para la vida eterna
con la resurrección de su Hijo.
R:/ Amen.
C:/ Que quienes, una vez terminados los días de la Pasión,
celebran con gozo la fiesta de la Pascua del Señor,
participen, con su
gracia, del júbilo de la Pascua eterna.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
ESPÍRITU SANTO
C:/ Que Dios, Padre de las luces,
que (en este día) iluminó la mente de los discípulos
con la luz del Espíritu Santo, los alegre con su bendición
y los llene siempre con los dones de su Espíritu.
R:/ Amen.
C:/ Que el mismo fuego divino que de manera admirable
descendió sobre los Apóstoles,
purifique sus corazones de todo pecado
y los ilumine con su claridad.
R:/ Amen.
C:/ Que el mismo Espíritu
que unió
todas las lenguas en una sola confesión de fe,
les conceda perseverar en ella
y llegar, así, a ver plenamente lo que ahora esperan.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
TIEMPO ORDINARIO I
C:/ Que
el Señor los bendiga y los guarde.
R:/ Amen.
C:/ Que haga resplandecer su rostro sobre ustedes
y les muestre su misericordia.
R:/ Amen.
C:/ Que
vuelva su mirada hacia ustedes y les conceda su paz.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre,
Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
TIEMPO ORDINARIO
II (Flp 4, 7)
C:/ Que la paz de Dios,
que sobrepasa
todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie su corazón y su inteligencia
en el amor y conocimiento de Dios
y de su Hijo Jesucristo,
nuestro Señor.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
SANTA MARÍA
C:/ Que Dios, cuya providencia amorosa
quiso
redimir al género humano
por medio del Hijo. Santísimo de la Virgen María,
los colme de sus bendiciones.
R:/ Amen.
C:/ Que experimenten siempre la protección de la Santa María,
por quien han recibido al autor de la vida.
R:/ Amen.
C:/ Que a todos los que se han reunido hoy
para celebrar con devoción esta fiesta de María,
el Señor les conceda la
participación en la vida eterna.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.
FIESTA DE UN
SANTO.
C:/ Dios, nuestro Padre, que nos ha congregado para celebrar hoy la fiesta de san N.,
[Patrono
de nuestra comunidad de N., obispado, patria],
los bendiga, los proteja, y los confirme en su paz.
R:/ Amen.
C:/ Cristo, el Señor, que ha manifestado en san N.
la fuerza renovadora del misterio pascual,
los haga auténticos testigos de su Evangelio.
R:/ Amen.
C:/ El Espíritu Santo, que en san N.
nos ha ofrecido un ejemplo de caridad evangélica,
les
conceda la gracia de acrecentar en la Iglesia
la verdadera comunión de fe y amor.
R:/ Amen.
C:/ Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca siempre.
R:/ Amen.